Bilbao

Hay palabras escritas que ponen los bellos de punta, como escarpias. Documentos epistolares de la Guerra Civil han llegado a nuestros días con esa naturaleza intrínseca. Solo diez términos pueden desencadenar emociones en quien enfoca con sus ojos unas líneas de periódico. Basta transcribir una nota de capilla de Eugenio Mesón, republicano fusilado por los franquistas en 1941. La decena de vocablos ordenados por el miliciano y dirigidos a su esposa Juana Doña instantes antes de caer muerto por una bala fascista en el paredón estremecen: "Si llegas a tiempo, aunque esté frío dame un beso".

Las cartas que salían de las cárceles dejaban de ser sentimientos presos para convertirse, en eso, en besos. Algunos llegaban en caliente, otros? fríos. La Fundación Sabino Arana atesora cientos de misivas de diferente índole: las hay políticas (con objetivo de "en clave" pasar información sin que el enemigo lo descubra); las hay de amor a los familiares con la intriga de si llegarán o no, de si lo hacen transportarán vida o muerte; las hay de listados de condenados a morir? Las curiosidades son tantas como personas que mal poblaron los campos de concentración, cárceles de mujeres?

Las más emotivas son aquellas enviadas por personas presas a sus familias y amigos. Como las de aquel Eugenio Mesón que pedía ser besado por su esposa a pesar de haber sido ejecutado por los antidemócratas. En el archivo de la Fundación Sabino Arana aún 'vive' una epístola de Tomás, un preso que con tinta imprimía un mensaje desde Logroño el 1 de octubre de 1937: "¡No sabes la alegría que es cuando viene el correo y leen las cartas, pues lo hacen dos veces al día!".

Esos sobres transportaban noticias cotidianas como las de una niña que le decía a su padre, gudari: "Aita, tengo un gato malo y le he pedido a Jesusito que a él y a ti os cuide mucho", y firma Maite 'Malalaga', queriendo acertar a escribir Madariaga (corregido por un familiar).

La llegada del nuevo año era razón para diseñar felicitaciones en el papel que hubiera a mano. "María, amada, te deseo que el año nuevo traiga la paz para así poder abrazarte", escribía el afiliado a Juventud de Acción Católica Tomás Emaldi Olano a su hija.

Aquellos que iban a ser fusilados por los franquistas redactaban con pulso firme sus despedidas. Terribles y algunas, las de fe religiosa, con sorprendente convicción. "Queridísimo hermano: Jaungoikoa me llama y a él voy tranquilo, a presentarme ante el Juez Supremo", aseguraba José María. Había quien no quería "venganza. La venganza que te pido es que trabajen con ardor y entusiasmo por el ideal que amamos muy de veras".

Con nombre ilegible, un preso de Franco relata a las tres de la madrugada. "A las siete nos sacan para ofrendar nuestras vidas a su Patria, pero es un honor morir por una causa noble y justa. Nuestro sacrificio no será estéril, Gora Euzkadi Askatuta", concluye. Pedro Barrondo Garay urgía a su familia: "Que no os avergüence mi muerte, al contrario, recordadme como un Mártir por Dios y Euzkadi. Con abrazos y besos póstumos". Otro escrito mutilado por la humedad asegura que "muero por Euskadi. Libre. ¡¡¡Libre!!! Viva la República. Gora Euzkadi Askatuta!", firmaba José Alonso el 8 de enero de 1938.

La guerra política también entraba y salía de la cárcel escrita en clave y con alias: Así, el PNV al citar a Jacinto, se referían al dirigente jeltzale Juan de Ajuriaguerra; el Consejero de Gobernación José María Lasarte era Dominike o la prima, Dionisio era el presidente del Euzkadi Buru Batzar del PNV Doroteo de Ziaurriz y el lehendakari Aguirre firmaba como Etxena o Etxenagusia por el nombre del caserío de su abuelo, natural de Antzuola, explica el historiador Iñaki Goiogana.

Otra curiosidad es que a los curas que ejecutaban no les permitían escribir cartas. Los franquistas no podían permitir que como cristianos fusilaran a sacerdotes, por lo que se les daba como "desaparecidos", caso de Aitzol, Celestino Onaindia, Peñagarikano? Se les decía aquello de "salís en libertad, los subían a un camión, como a muchos otros?" y se les mataba. "El único reconocimiento lo hizo Uriarte cuando dejó el obispado de San Sebastián. Fue en Gasteiz porque los curas no habían sido reconocidos ni como muertos. Se sabía qué había pasado, pero no se les podía hacer funeral ni cobrar pensión. No eran ni procesados", explican desde la Fundación Sabino Arana.

También hay textos escritos a mano que son periódicos: los hay por orden cronológico de El Dueso, Larrinaga y Burgos. Un ejemplo era Espetxean. En uno de ellos, los presos vascos aseguran que tienen noticias del exterior por el semanario Redención. "Aunque en alemán, tenemos noticias de bombardeos, del cambio de Gobierno en Inglaterra con la jefatura de Churchil, del gobierno nacional francés". En la cárcel de Burgos, los presos llegaron a imprimir su publicación porque había imprenta.

Y los ejemplos se suceden con el aliento de la muerte, de la batalla en las calles y montes, desde el exilio? de fondo. Para disiparlo, uno hacía dibujos a su hija; el otro bosquejaba el retrato que recordaba de su amada, el escritor Esteban Urkiaga Lauaxeta pintaba a la virgen horas antes de ser acribillado? Vivían o morían entre "instantes de angustia como cuando el español nos dispara". Otro gudari concluye antes de morir con la bala del odio que "Euskadi: con los hijos que, amándola, supieron hacerla feliz, con el sacrificio de sus vidas o sus libertades". Y si el último deseo de Mesón -recogido en el libro Maizales bajo la lluvia, de Aitor Azurki- fue "si llegas a tiempo, aunque esté frío dame un beso", un gudari también recordaba el último que retuvo de su compañera. "Fue un beso cálido en mi rostro. ¡Aquel beso me dijo agur!".