Me interesa el futuro porque allí es donde voy a pasar el resto de mi vida", decía Charles Kettering.

En Euskadi, situaciones como la del traspaso de poderes, las vivimos también cuando Bildu accedió a la Diputación de Gipuzkoa e imputó al PNV un agujero de 247 millones de euros por desfases en la ejecución del segundo cinturón y la AP-1, apenas un mes después de que los jeltzales le dieran sus votos para sacar adelante sus presupuestos. O con el relevo en Moncloa, acusando el PP a Rodríguez Zapatero de ocultar el déficit de 2011. O el PSC en Catalunya al recibir la herencia de CIU y reprocharle el año 2003 "tener guardadas facturas por valor de 3.000 millones de euros".

No es nuevo. Cada uno hace su papel. Asistimos a un pulso en el que lo que está encima de la mesa es determinar quién gestiona la presión pública hacia la sociedad con decisiones negativas para esta. Si el Gobierno saliente o el entrante. A quién atribuirá la ciudadanía su malestar. Llámese 640 millones en adjudicaciones o paga extra de Navidad.

Consciente de que 2013 será todavía difícil con una economía que caerá un 0,8% y tiene una deuda de 7.000 millones de euros; es comprensible la preocupación del PNV de no ver hipotecada sus actuaciones futuras por medidas que apruebe el Ejecutivo de López en estas semanas.

El problema está en que para la ciudadanía ya no resulta creíble que 24 horas antes inmortalicemos en la sesión de constitución del Parlamento Vasco sonrisas y abrazos transversales, apostemos por la "cultura del acuerdo" y más tarde, los reproches sean de esa envergadura.

La sociedad (la misma que en el último Sociómetro lanza el mensaje de que siete de cada diez vascos se muestran indiferentes ante los políticos) está demandando de éstos altura de miras, liderazgos integradores, capaces de concentrar todos los esfuerzos en afrontar o mitigar los problemas existentes sin crear otros nuevos.

La ciudadanía, la misma que reconoce en un 84% que en los últimos meses les han congelado el sueldo o han perdido su empleo, está gritando que la Política no debe convertirse en un parque de atracciones en el que se juegue a ver dónde toca hoy la bronca y contra quién. Porque tan preocupante es la bronca como el rencor que ésta denota.

La sociedad no se merece este espectáculo y menos de PNV y PSE que dadas sus circunstancias (minoría en sus ámbitos de actuación como Diputaciones o ayuntamientos), junto con Partido Popular y Bildu, están condenados a entenderse.

En este contexto, lo más sencillo para el PNV pasaría por creerse la teoría sobre la irresponsabilidad de un PSE que no acepta la derrota y es incapaz de renovarse. Que en parte, puede ser verdad, pero jamás puede alimentar el futuro de Euskadi.

Teniendo identificados muy bien cuáles son sus problemas, la sociedad está exigiendo del nuevo Ejecutivo y del resto de partidos un Gobierno de mayorías que se ponga de acuerdo, empezando por un traspaso de poderes con discreción y responsabilidad, que no hipoteque ni enturbie relaciones que puedan desembocar en futuros acuerdos.

Por ejemplo, presupuestarios.

@aorrantiah

Opinión

Andoni orrantia (*)