Vitoria. Táctica: dícese del arte de disponer, mover y emplear la fuerza bélica para el combate. La táctica ha tenido mucho que ver con la historia del Gobierno del cambio presidido por Patxi López, una legislatura que comenzó allí donde fracasó el primer intento serio del frente patriótico constitucionalista de asaltar Ajuria Enea. En términos cuasibélicos se plantearon PSE y PP la conquista del feudo nacionalista, como lo denominaban, en las elecciones autonómicas de 2001, en las que se enfrentaron a Juan José Ibarretxe, el candidato de la entonces coalición PNV-EA.

El hermanamiento de las dos formaciones, no oficial pero público y notorio tras el abrazo entre los candidatos Nicolás Redondo Terreros y Jaime Mayor Oreja en el Kursaal en plena campaña electoral, movilizó el voto nacionalista e Ibarretxe obtuvo un triunfo contundente que dejó el plan de los constitucionalistas en agua de borrajas.

Tras digerir el fracaso, una idea se abrió camino en PSE y PP: el problema no era el pacto sino la táctica empleada. Mayor insistía en el camino abierto: "Sólo era cuestión de mejorar la táctica". Patxi López confesaba que aquella colaboración con el PP había sido un "error". Ocho años más tarde, removidos los dos principales responsables de aquel fiasco, López y Antonio Basagoiti cambiaban de táctica pero no de estrategia: había que acabar con 30 años de gobiernos nacionalistas, en aras de la "normalización", como bien se encargaban de argumentar todas las fuerzas políticas y los medios de comunicación de Madrid, en una suerte de cruzada de Estado.

Pero durante la campaña electoral del 2009, el candidato socialista renegaba de los populares al menos ante los micrófonos. Decía en un mitin en Basauri: "He dicho una mil veces que no vamos a buscar acuerdos con un PP que sólo sabe hacer en Euskadi antinacionalismo y antisocialismo". Ilegalizada la izquierda abertzale, por fin la mera aritmética conseguía doblegar la candidatura más respaldada por las urnas, pese a que el PNV sacó al segundo partido, el PSE, 80.000 votos y seis escaños.

Sólo un mes más tarde de la solemne promesa de López, PSE y PP rubricaban su, denominado no sin cierta arrogancia, Acuerdo de Bases para el Cambio Democrático. Aquella alianza antinatura justificaba su existencia por la necesidad de conformar un nuevo Gobierno que dejara atrás las "políticas de división y enfrentamiento". Y ha permitido a Patxi López gobernar con cierta relajación durante tres años pese a los 25 escaños socialistas de 75 que le respaldaban en el Parlamento Vasco.

Precampaña

¿Un acuerdo vergonzante?

¿Qué queda de ese cambio y del pacto que lo propició tres años y medio más tarde? Por lo pronto, las encuestas pronostican que tras el 21-O las fuerzas nacionalistas serán mayoritarias en el Parlamento Vasco. En plena precampaña electoral, el Gobierno del cambio también genera cierto sentimiento de embarazo entre las propias filas socialistas, que en ningún momento han enarbolado la bandera de la defensa de aquel acuerdo. No así el PP, que demuestra que ha sido el más beneficiado del pacto con los socialistas. Tras dar por roto el acuerdo el pasado mes de mayo por las críticas de López a los recortes económicos de Mariano Rajoy, Antonio Basagoiti se ha visto libre para ejercer la crítica con dureza, a la vez reivindicaba hace unos días sin pudor que "el acuerdo había que hacerlo, había que mandar al PNV a la oposición".

Pacto antinatura

Pésima valoración ciudadana

Lo cierto es que aquel pecado original conllevaba desde el principio su penitencia, acusada sobre todo por la militancia socialista. Desde el inicio de su andadura en Ajuria Enea, el Gobierno de Patxi López ha arrastrado una pésima valoración por parte de los ciudadanos vascos. Sólo tres meses después de prometer López como lehendakari, una encuesta desvelaba que el 65% de los habitantes de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) tenía depositada poca o ninguna confianza en el Ejecutivo socialista, al tiempo que el 61% se mostraba en desacuerdo con el pacto PSE-PP. En cuanto a la militancia socialista, prefería en todo caso un acuerdo con el PNV (62% de apoyos) sobre la entente con los populares (43%). Las cosas no han mejorado para López en los últimos tres años. El último Euskobarómetro, de junio pasado, revelaba que ninguna de las políticas del Gobierno socialista llegaba al aprobado y que sólo el 16% de los encuestados consideraba buena su gestión, frente al 42% que le tildaba de malo y el 40% restante respondía que ni uno ni lo otro. Las elecciones municipales y forales de 2011 fueron otra piedra de toque de que el gobierno de López no conseguía rentabilizar su paso por Ajuria Enea: la pérdida de alcaldías como las de Vitoria, Basauri, Sestao y, sobre todo, el feudo de Donostia supusieron un enorme impacto anímico para el PSE.

El vicio de origen que supuso el pacto entre dos formaciones que estaban a cara de perro en el Estado no facilitó las labores a López para conformar su gabinete. Su intención de integrar consejeros independientes chocó con la dificultad de que algunas personalidades contactadas dieran su conformidad. Incluso trascendió el caso de un casi consejero que se echó atrás cuando su nombre trascendió en los medios de comunicación.

Los inicios de la legislatura fueron tormentosos, con los asesinatos a manos de ETA del policía Eduardo Puelles en el barrio La Peña de Arrigorriaga y de dos guardias civiles en Calviá. Y los primeros gestos del Gobierno, desafortunados.

Política de símbolos

Obsesiones identitarias

Uno de los mayores patinazos de aquellos primeros días fue la creación de una web del Gobierno del cambio, domiciliada en las Islas Caimán, incumpliendo varias leyes y decretos vascos. En su primer año de mandato, abundaron los gestos que querían dejar claro que el cambio era ya un hecho. Las obsesiones identitarias que decía querer combatir López tiñeron de símbolos su política. Envió representación al desfile militar español del 12 de octubre e instauró el 25 de octubre, fecha de aprobación del Estatuto, como Día de Euskadi, en detrimento del Aberri Eguna. Derogó que el euskera fuera la lengua vehicular en la enseñanza y realizó una "reforma profunda" en EiTB, cuya nueva dirección impulsó como primera medida el cambio en los mapas del tiempo para borrar toda referencia a Euskal Herria. Las acciones más contundentes en este sentido, vinieron del Departamento de Interior, comandado por el auténtico hombre fuerte del Gobierno, Rodolfo Ares, que prometió no dejar "ningún espacio para la impunidad", en referencia a la campaña que la Ertzaintza puso en marcha para eliminar de las calles fotos y carteles relativos a ETA y los presos.

proceso de paz

López no se "achicharró"

El paso de Ares por Interior ha estado plagado de decisiones que han encendido la conflictividad en el seno de la Ertzaintza. Pero quizá, por lo que será recordado este dirigente socialista, es por la falta de asunción de responsabilidades tras la muerte, el pasado mes de marzo, del joven Iñigo Cabacas a consecuencia de un pelotazo. Su marcha precipitada del departamento, para dedicarse a coordinar la campaña electoral del PSE, ha hecho más evidente si cabe su deficiente gestión de este caso.

Tampoco se ha cubierto de gloria el lehendakari López en lo relativo a la desaparición de las acciones armadas de ETA. Pese a que uno de los puntos fuertes de su precampaña electoral es aprovechar toda oportunidad para arrogarse el fin de la violencia, nada puede hacer olvidar que cuando ETA anunció el cese de su actividad armada, el 20 de octubre en 2011, López se encontraba de viaje oficial en Estados Unidos, pese a que tiempo antes había constancia de que la organización iba a tomar una decisión en tal sentido. Tan evidente ha sido su escasa implicación en el proceso de paz, que el propio presidente del PSE, Jesús Eguiguren, le criticó por no "achicharrarse" lo suficiente.

El 'cambio' en otros ámbitos

Gestión tormentosa en EiTB

El amplio dispositivo de publicidad gubernamental implementado por el Gobierno de López no oculta los graves errores cometidos en las políticas del día a día. Al poco de llegar a Ajuria Enea, el gabinete socialista tuvo que afrontar la crisis del secuestro del Alakrana. La gestión del equipo de López, sumido en la desorientación, fue polémica ya que pudo retrasar la resolución del caso después de que el lehendakari exigiera el traslado al Estado español de los secuestradores.

La controvertida puesta en marcha de Lanbide, el equivalente vasco al Inem, y el enfrentamiento con los profesionales de la Sanidad pública por los sucesivos recortes, que incidieron negativamente en la calidad de ambos servicios, han generado, asimismo, un fuerte malestar entre usuarios.

Los tres años del equipo directivo de EiTB pactado por PSE y PP tras el Acuerdo de Bases merecen capítulo aparte. La nueva dirección de Alberto Surio quiso dejar impronta desde el principio de que el cambio también había llegado a la radiotelevisión pública vasca. A los conflictos entre personal y dirección, se le sumó una cambio de programación que contó con el rechazo de plano de quienes desde sus casas tenían el control del mando a distancia. El importante descenso de la audiencia, especialmente de los informativos, y el parón de las producciones propias, han sido aspectos muy criticados durante estos años.

A todo esto hay que unir las escasa labor legislativa del Gobierno de López -que ha dejado en dique seco la Ley Municipal, la de Vivienda y la de Policía-, las ausencias del lehendakari en momentos importantes -como su marcha a una boda gitana cuando el Congreso aprobaba el blindaje del Concierto Económico- o la humillación que supuso para el PSE que fuera el PNV el que arrancara al Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero el traspaso de transferencias durante las negociaciones presupuestarias.

Política económica

40.000 empleos menos

Pero serán, con seguridad, los errores económicos del Gabinete de López en estos años de crisis los que se recordarán a más largo plazo debido a la incidencia que van a tener en la recuperación del empleo y en el endeudamiento de las arcas del Ejecutivo vasco, unos imponderables con los que tendrá que lidiar el Gobierno que salga de las urnas el 21-O. En nada ha ayudado el empeño de los departamentos socialistas en aumentar los gastos de la administración, sobre todo los gastos corrientes, mientras caían en picado los ingresos.

El paulatino recorte de los presupuestos ha afectado a todos los sectores de la administración, desde la Sanidad a la Educación, pasando por el dinero volcado en la Renta de Garantía de Ingresos, destinada a los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Los trabajadores del sector público también han sufrido en carne propia los sucesivos recortes de sueldo, impuestos por los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Sin embargo, ha delegado al próximo ejecutivo que salga de las elecciones del 21-O la decisión de aplicar la supresión de la paga extra de Navidad de este colectivo.

Los más de 40.000 puestos de trabajo perdidos en lo que va de legislatura socialista y la deuda, que se ha multiplicado por diez en los últimos tres años, serán la peor herencia que dejará del primer Gobierno no nacionalista de la CAV.