erika jara
Saleh Mohammed nunca creyó que la revolución hubiese terminado con la caída de Mubarak. Desde entonces ha colaborado con los movimientos 25 de Enero y No a los Tribunales Militares, y ha ayudado a organizar las manifestaciones de los cristianos. Ingeniero químico de 24 años, llevaba abogando por el retorno de las protestas a Tahrir desde hace meses. El pasado martes por la noche fue detenido por las fuerzas de seguridad en medio de los disturbios de la calle Mohammed Mahmud, y tuvo la ocasión de conocer desde dentro al régimen al que se enfrenta.
¿Por qué decidió entrar en la calle Mohammed Mahmud, donde se concentraban todos los disturbios?
Para impedir que las fuerzas de seguridad volviesen a entrar en la plaza. La policía dijo que queríamos atacar el Ministerio de Interior, pero si fuese verdad habríamos elegido otras calles con mejores accesos. El gas de largo alcance podía caer de nuevo en la plaza y el hecho de que estuviésemos allí, impidiendo el paso, permitió que hubiese mujeres y niños en Tahrir. Yo me limité a lanzarles los botes de gas de vuelta. Otros tiraron piedras y las fuerzas de seguridad dijeron que les estábamos atacando, pero desde esa distancia era imposible herir a policías protegidos por cascos y escudos. Las piedras simplemente representaban el mensaje: "No vais a entrar en Tahrir".
¿Cómo fue arrestado?
Las fuerzas de seguridad lanzan el gas lejos, y me quedé atrapado entre la policía y la nube de gas. Eché a correr hacia una calle lateral y, en medio del humo, no vi que la policía me había alcanzado. Me golpearon con una porra larga de madera en la cabeza y en las piernas, y luego me cubrieron la cabeza con mi propio pañuelo para que no pudiese ver a dónde me llevaban. Mientras me arrastraban oí que un policía decía a otro: "Ha tirado cócteles molotov y toma drogas, se merece todo lo que le pase".
¿Dónde fue llevado y cómo fue tratado allí?
Nos llevaron a una habitación de unos siete por dos metros, situada cerca del Ministerio de Interior, donde llegamos a estar 21 personas, hacía mucho calor. Había desde un chaval de 18 años que lloraba hasta uno de unos 50. Jugaban con nosotros y se reían, insultaban a nuestras familias, y luego volvían amablemente con agua para que bebiésemos y nos lavásemos la sangre. Me interrogaron y dije que trabajaba para The Times, porque tenía en la cartera las tarjetas de unos periodistas de este periódico. Entonces el oficial me dijo: "El Ministerio de Interior es un símbolo del país. Si desaparece, las calles no serán seguras, tu madre no podrá andar tranquila por la calle", y me pidió que lo metiese en mi artículo. Nos podían acusar de cualquier cosa: "No te detuvimos en la plaza, sino frente al ministerio, así que es obvio que lo querías atacar", me dijeron. Si un policía descubría un cuchillo y preguntaba de quién era, otro decía: "De ese de ahí", y señalaba a cualquiera.
¿Le dejaron libre después?
No, sobre las 3 de la mañana nos llevaron a unos cuantos a un campo de prisioneros de las fuerzas de seguridad junto a la prisión de Tura. Antes de ir pedí llamar a mi padre. Un oficial le llamó y le dijo que había sido arrestado, pero se pasó la noche buscándome sin que nadie le dijese dónde estaba. Allí, un oficial empezó a insultarnos y tratarnos como si fuésemos basura. Se dieron cuenta de que era ingeniero químico, que ellos consideran clase alta, y cuando respondía a las preguntas del documentador, el oficial de la policía militar que me acompañaba se puso de mi parte y le dijo que era buen tipo.
¿Tuvo la oportunidad de hablar con el oficial?
Sí, me preguntó si no me sentía mal por haber sido golpeado por un policía analfabeto, como si fuese yo el que provocó esa situación. Luego me dijo que Mubarak ya no estaba y que había que volverá la estabilidad. Me reconoció que los medios egipcios mienten y yo le pregunté entonces si no le preocupaba que se violasen los derechos de las personas, y él me dijo: "Los egipcios somos salvajes y solo podemos ser gobernados con puño de hierro.
¿Qué opina de la celebración de las elecciones, dada la situación?
Durante el tiempo que estuve detenido, los oficiales insistían en que las elecciones se tenían que celebrar. Si el Ministerio de Interior insiste en celebrar elecciones, lo que hay que hacer es todo lo contrario. Creo que las elecciones son lo peor que puede pasar ahora. El SCAF necesita las elecciones para presentarse como el garante de la estabilidad, porque hay mucha gente que piensa que las elecciones son el camino hacia la democracia. Yo opino al revés: primero tiene que cambiar el sistema.