VITORIA. El proceso para el final de ETA ha cogido en los últimos días una velocidad vertiginosa y presagia un mes de octubre en el que se abren las puertas a todas las posibilidades. La adhesión de los presos de ETA y de la izquierda abertzale ilegalizada a la Declaración de Gernika la semana pasada, y la repentina y fuerte irrupción en escena de la Comisión Internacional de Verificación, también conocido como Grupo de Amsterdan han precipitado los acontecimientos hasta el punto de que el propio lehendakari Patxi López se ha visto obligado a hacer suyo un discurso, el del acercamiento de los presos a las cárceles vascas, hasta ahora tabú en el diccionario político de las fuerzas constitucionalistas de la CAV.
La aparición del grupo internacional que quiere verificar el alto el fuego de ETA ha puesto en movimiento las fichas del tablero. Esta comisión ha esperado al decisivo gesto de los presos de ETA para presentarse en sociedad y comenzar a actuar. El pasado miércoles lograba reunir en torno a una misma mesa a más agentes de los que en el último año y medio el Grupo Internacional de Contacto (GIC) liderado por el mediador sudafricano Brian Currin.
En el encuentro celebrado en el Hotel Domine de Bilbao participaron, además de los seis miembros del Grupo de Amsterdan, miembros destacados de la Iglesia católica de Bizkaia, la cúpula de los empresarios vascos, y representantes de los cuatro principales sindicatos vascos. Según ha podido saber este diario de fuentes directas de la reunión, a ojos de los presentes no pasó por alto la presencia significativa de dos representantes de UGT. Obviamente, también estuvieron los líderes políticos del PNV, Eusko Alkartasuna, la izquierda abertzale oficial y Alternatiba. No estuvieron en la reunión el PSE y el PP, que rehusaron participar en la misma, ni tampoco Aralar.
Los continuos intentos del grupo, cuya cabeza más visible es Ram Manikkalingan (director del Dialogue Advisory Group), de atraer a socialistas y populares resultaron vanos. Esta comisión se ha encontrado con el mismo muro que ya chocó Currin. El presidente del PSE, Jesús Eguiguren, había asegurado su presencia, pero desde Ajuria Enea impidieron su participación. En cualquier caso, Manikkalingan sí ha podido contrastar directamente pareceres con los socialistas. En julio, se reunió con el secretario del grupo parlamentario del PSOE en el Congreso Eduardo Madina. Ese mismo mes, el entonces ministro de Interior y ahora candidato del PSOE a la presidencia, Alfredo Pérez Rubalcaba, se reunió con Alberto Spektorowski, uno de los miembros más influyentes del grupo de Currin.
Al igual que con los socialistas, el Grupo de Amsterdan ha recibido la negativa del PP. La presidenta del Parlamento Vasco, Arantza Quiroga, fue directamente invitada a participar en el cónclave. Además de atraer al PP, se buscaba con ello alguna manera de implicar en el proceso al Parlamento Vasco.
La reunión sirvió para poner cara al grupo de verificación y para presentar sus objetivos. También dejó patente que esta comisión relega a un segundo término al grupo de Currin cuya credibilidad está lastrada por su identificación con la izquierda abertzale. Alguno de sus miembros ha reconocido en privado que este grupo está quemado al ser situada por algunas instancias en la órbita de la formación ilegalizada. Al contrario que el grupo de Currin, esta comisión no ha recibido el rechazo del Gobierno español. Todo un síntoma de la credibilidad y el perfil de este grupo, de la madurez del proceso y de la perspectiva desde la que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero encara el momento político.
En la práctica esta comisión ha empezado ha ocuparse de aspectos meramente técnicos, sin entrar en el origen y las razones del problema político bajo el que se ha cobijado ETA para sus atentados. Su misión es verificar el alto el fuego en todos sus aspectos, kale borroka y amenazas incluidos. Esas son las líneas rojas que ha marcado el grupo y que no deben ser atravesadas si se quiere aprovechar la oportunidad para el fin de la violencia. Porque es precisamente la convicción de que existe una clara oportunidad para el fin de la violencia lo que ha propiciado que los miembros de esta comisión hayan dado el paso adelante, en algunos casos pese a las fuertes presiones recibidas desde altas esferas de los gobiernos de sus respectivos países. El Grupo de Amsterdan está formado por cinco hombres y una mujer con experiencia en seguridad y en procesos de paz en Irlanda del Norte, Kosovo o Sri Lanka.
Sus primeros pasos han sido facilitados por el PNV con la implicación directa y constante de Iñigo Urkullu y otros burukides. Aterriza en Euskadi de la mano de Currin, pero por detrás de todo emerge la figura de Tony Blair. Al menos dos de los miembros del grupo (el propio Manikkalingan y Chris Maccabe, negociador de los Acuerdos de Viernes Santo en Irlanda del Norte) están vinculados al expresidente del Reino Unido, cuya relación con Zapatero es larga e intensa.
COMUNICADO DE ETA Pero todas estas bendiciones y padrinos no aseguran el éxito de su misión. El anuncio de los presos ha precipitado su llegada, pero necesita más. Lo primero sentir la aprobación de ETA para, entre otras cosas, no perder el tiempo llamando puertas sin éxito. Esto explica la incesante rumorología de estos días sobre un inminente comunicado por parte de la banda armada. Las fuentes consultadas por este diario descartan que sea el comunicado definitivo y barajan la posibilidad de que haga un gesto hacia el Grupo de Amsterdan o que incluso vaya más allá y envíe un mensaje a Zapatero que, según fuentes próximas al presidente, está dispuesto a dejar todos los pelos en la gatera para llevar hasta el final esta oportunidad para el fin de la violencia.
A Zapatero le queda poco tiempo. A ETA y su mundo aún menos, aunque tras el paso de los presos exigen al Estado que mueva ficha. La tensión en el seno de la izquierda abertzale oficial es grande. Si se confirma lo que la mayoría de las encuestas predicen, el 20 de noviembre puede abrir el tiempo del PP en el Gobierno español. Y Rajoy puede no ser refractario a la tentación de acometer el final de la banda a través de la detención del centenar de activistas que, según el Ministerio de Interior, siguen operativos y de alguna manera identificados y localizados. Los riesgos de una actuación de este tipo serían altos y los miembros del grupo de verificación son conscientes de ello. Cualquier error en las detenciones podría desencadenar una respuesta militar de ETA y un retraimiento de posiciones entre sus bases, lo que podría acarrear una vuelta en el proceso hacia postulados ahora en vías de superación. Tras el centro-chut del grupo de verificación, el balón está en el tejado de ETA.