pamplona. El escenario de pacificación abierto en la CAV tras el último alto el fuego de ETA interesa al Vaticano. Así se desprende de la reunión que mantuvieron su secretario de Estado, Tarcisio Bertone, y el ministro de Presidencia español, Ramón Jáuregui, en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud que tuvo lugar el pasado fin de semana en Madrid. En el almuerzo oficial que mantuvieron delegaciones de ambos gobiernos, el Vaticano mostró su interés por diversas cuestiones relativas al anfitrión, entre ellas por el posible final de la violencia en la CAV, último conflicto armado que existe como tal en Europa. La respuesta de Presidencia, según explican fuentes solventes de este Ministerio a Grupo Noticias, fue facilitar información al respecto: "No es que se les adelantara ninguna información especial, sino que se les informó de la situación actual respecto a ETA".

La respuesta pública del portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, consistió en señalar que el Vaticano "toma nota" de la información aportada por el Ejecutivo español. Cuestionados por si el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero hubiera solicitado algún tipo de implicación de la Iglesia vasca o el Gobierno del Vaticano, las mismas fuentes del Ministerio niegan que se pidiera "nada especial". Según corroboran, "el ministro (Ramón Jáuregui), desde luego, no pidió al Vaticano ni a Bertone que trasladara algún mensaje a la Iglesia (vasca) o que hiciera nada en especial". Al igual que explicó Lombardi en su comparecencia ante los medios, desde Presidencia indican que el contexto (un almuerzo oficial en el marco de la JMJ) no era precisamente el idóneo para tratar a fondo ni este ni otras cuestiones que estuvieron sobre la mesa.

Era el 5 de abril de 2006. El papa Benedicto XVI declaraba en una audiencia con fieles: "Al mismo tiempo, os invito a rezar para que, por intercesión de este santo (San Francisco Javier), todos intensifiquen sus esfuerzos por consolidar los horizontes de paz que parecen abrirse en el País Vasco y en toda España, y a superar los obstáculos que puedan presentarse a lo largo de este camino". Con estas palabras, la Santa Sede daba un espaldarazo al proceso de paz, "el camino", que se había abierto de manera pública con la tregua que declaraba ETA el 22 de marzo de aquel año. Apenas diez días más tarde de ese anuncio, el entonces obispo de Donostia, Juan María Uriarte, se reuniría en Roma con el secretario vaticano para las relaciones con los Estados, monseñor Giovanni Laiolo, según distintas fuentes para lograr un respaldo de la Santa Sede al proceso abierto.

De todos modos, el propio Uriarte negaría mediante una carta a El País que "no se ajusta en absoluto a la verdad que yo haya solicitado de la Santa Sede ninguna intervención pontificia ni vaticana que apoyara las actuales gestiones en curso en pro de la paz". Negó también haber ejercido "mediación alguna entre la Santa Sede y los diversos agentes" que se encontraban en diálogo. Con dicha intercesión de Uriarte o sin ella, resulta evidente, según recoge el periodista Imanol Murua Uria en su libro Loiolako Hegiak, que los partidos políticos que mantenían las conversaciones pretendían sumar a la Iglesia al proceso. En palabras de Arnaldo Otegi en dicha publicación, "la Iglesia siempre es un buen compañero para hacer cosas discretas".

El presidente del PSE, Jesús Eguiguren, reconoce a Murua Uria que "como se pensaba que el proceso al principio (antes de las generales de 2004, las conversaciones entre él y Otegi en el caserío Txillarre arrancan en 2001) lo conduciría el PP, había que introducir a la Iglesia. Si el Vaticano estaba ahí, pensábamos que eso tendría influencia en Rouco Varela, la Conferencia Episcopal, en la derecha española...". Aquel proceso de paz tuvo momentos más y menos álgidos hasta que amenazó con encallarse. Ante este riesgo, los agentes inmersos en el diálogo se sacaron de la manga una cita no prevista. Fue, como en ocasiones anteriores (Estibaliz o Egino), al amparo de la Iglesia, en la residencia Arrupe de Loiola, en Azpeitia.

"Elegimos Loiola porque, entre otras razones -reconoce Otegi-, teníamos la intención de que, si se lograba un acuerdo, el custodio internacional fuera el propio Vaticano", algo que luego el PSE acabaría proponiendo cambiar por la Compañía de Jesús. Los jesuitas ya habían dado cobijo a la ronda de conversaciones que se dio por concluida el 15 de noviembre, mes y medio antes del atentado de la T-4.

La actitud del Vaticano el pasado fin de semana, por lo tanto, entra dentro de lo ordinario, tal y como señala desde Ecuador el padre Joseba Segura, exresponsable del Secretariado Social de la diócesis de Bilbao y mano derecha de Uriarte en los últimos procesos: "En otras ocasiones en las que ha habido esperanzas de paz, el Vaticano ha estado informado de los acontecimientos en detalle y ha seguido con interés la evolución de los mismos. Es lógico que en esta nueva situación ese interés se vuelva a manifestar especialmente cuando todos esperamos estar asistiendo a un momento crucial en la historia de la violencia en el País Vasco". Segura reconoce que, desde su actual lugar de residencia (Ecuador), "no es fácil saber" cuál puede ser la respuesta de la Santa Sede una vez analice a fondo la situación de la CAV. Aun así, declara que él no esperaría que el Vaticano "asumiera ningún protagonismo en la actual situación aunque sin duda estará dispuesta a respaldar indirectamente cualquier paso que nos acerque a un final definitivo de la violencia".

claves Experto en este tipo de procesos, Segura, que no es partidario de que la Iglesia asuma en la situación actual un "papel protagonista", sugiere tres claves para poder alcanzar la paz. En primer lugar, "la sensibilidad para escuchar las legítimas preocupaciones de las víctimas". En segundo lugar, "la normalización" de todas las opciones políticas "que cumplan con los requisitos establecidos por la ley" y, por último, aboga por la "prudencia y la decisión con la que se deben dar los pasos necesarios" para que la organización terrorista "se desarme definitivamente". Entre estos pasos incluye "la necesaria revisión de la política penitenciaria y perspectivas de los presos".

El coordinador de Lokarri, Paul Rios, afirma, por su parte, que "es muy positivo" que se dé este tipo de interlocución entre la Iglesia y Madrid, al tiempo que señala que "si el Gobierno hubiera pedido algo al Vaticano, es porque tiene alguna constancia de que realmente esta oportunidad va en serio y es la definitiva". Toca, por lo tanto, esperar a ver cuáles son los siguientes pasos que dan los distintos agentes del escenario político y social. Por de pronto, el Vaticano no se ha pronunciado desde que ETA anunciara su alto el fuego en enero. La primera (y única) reacción vino de la jerarquía eclesiástica vasca, que reiteró su "anhelo y esperanza de paz y la exigencia moral de su disolución definitiva e incondicional".