bilbao. La violencia, el acoso y las amenazas de ETA les obligaron a dejar Euskadi. Ahora, años después de partir con pena y de empezar de cero una nueva vida forzados por las circunstancias, la tregua permanente, general y verificable decretada por la organización armada ha puesto encima de la mesa la posibilidad de que los damnificados por la violencia regresen donde marcharon obligados. Víctimas y amenazados por la banda analizan para DEIA el plan adelantado por el Gobierno vasco que tiene como objetivo facilitar la vuelta a la CAV a todos los que se fueron para escapar de la presión. Algunos prefieren continuar con su vida a cientos de kilómetros de donde fueron acosados y vieron perder a sus seres queridos; otros, en cambio, ya han dado el paso y tras años de poner tierra de por medio, han vuelto a los pueblos de los que salieron a la carrera.

puri, dejó usurbil hace 11 años

"¿Con qué cara miro yo a los que me quemaron la casa?"

Puri se queda con Usurbil, pero se tiene que conformar con vivir en Lugo, su residencia desde hace once años, cuando se vio obligada a salir de Gipuzkoa con su marido, ertzaina de la 9º promoción, y sus dos hijas. Tras cinco años de acoso y presiones continuas desde el mundo radical, su familia no aguantó más. El primer aviso, recuerda, fue el lanzamiento de varios cócteles molotov a su casa en plena madrugada; luego vinieron nuevas amenazas e insultos por la calle. "Hasta le tiraron piedras a mi perro", recuerda; y, por último, un ataque de kale borroka contra varios agentes de la Policía vasca, entre ellos su marido, en las fiestas de Zarautz.

"No dormíamos, no sabíamos cuándo te iban a atacar. Eran 24 horas de tensión y no tuvimos otra opción que poner tierra de por medio. De las trece familias de er-tzainas que vivíamos en Usurbil, solo quedaron dos o tres", señala esta mujer, que con 47 años y con su marido prejubilado por incapacidad mental -daño colateral de la presión de los radicales-, descarta, a día de hoy, regresar a Euskadi. "Con los ojos cerrados claro que volvería, pero en Galicia tengo casa y llevó once años. Tengo claro que mi vida no está aquí, que está en Euskadi, pero...", señala Puri, que, además de los problemas para encontrar vivienda o trabajo, teme la actitud de los que cuando se tuvo que ir con su familia miraban para otro lado: "¿Con qué cara miro yo a los que me quemaron la casa? Una cosa es pensar que la tregua va a durar para siempre y otra muy diferente es que vaya a ser así".

Mª Carmen, dejó ondarroa en 1983

"Lloro muchísimo cada vez que vuelvo a Euskadi"

Con treinta años y seis hijos menores de edad, Mari Carmen Etxeberria se quedó viuda el 27 de enero de 1982, cuando dos miembros de ETA tirotearon por la espalda a su marido, Benigno García Díaz, policía municipal de Ondarroa. "Era una muerte anunciada. Después me enteré de que en los bares del pueblo se comentaba una semana antes del asesinato que algo le iba a pasar a mi marido", lamenta Mari Carmen desde Sitges, su nuevo hogar desde hace más de dos décadas.

Tras el asesinato de su marido, Mari Carmen no tenía pensado dejar la villa costera, pero los radicales la tomaron con ella. Ingresada en el hospital y después de recibir amenazas de muerte hasta en la puerta de su casa, una vecina le fue a visitar para advertirla de lo que estaba pasando en Ondarroa: "Me dijo que tenía que dejar el pueblo ya. Se comentaba que me habían dado una semana para dejar mi casa o acabaría como Benigno. Así que decidí irme". El destino fue Sitges, donde había comprado una casa de veraneo con los tres millones de pesetas con los que el Gobierno español le indemnizó. En Catalunya, sin conocer a nadie y con seis hijos a su cargo, Mari Carmen empezó a vivir de nuevo. Y ahora, 28 años después de dejar Euskadi, el regreso lo ve casi imposible. "Lloró mucho cada vez que vuelvo de visita. Sueño siempre con estar ahí, pero no es fácil empezar otra vez de cero. Si me lo hubieran planteado a los tres o cuatro años de dejar Ondarroa igual hubiera aceptado".

rafa, regresó a balmaseda en 2006

"No hay que tener miedo"

Tras la desarticulación de un comando de ETA en Gernika a finales de los noventa, Rafael Marcos se enteró de que una compañera de trabajo había pasado información a la organización armada. La banda intentó atentar contra él en dos ocasiones, momento en el que este exconcejal del PP en el Valle de Mena decidió dejar su Balmaseda natal. Con treinta años y con pareja estable, Marcos aceptó una oferta para trabajar en la ONU. "Se precipitó todo. Malvendí mi casa, nos tuvimos que casar... Fue difícil de digerir, pero no quedaba otra", señala Marcos, actual presidente de la asociación ARCO para la Resolución de Conflictos y la Cooperación.

Siete años después de salir de Euskadi, Rafael decidió volver a su pueblo en 2006. Divorciado -daño colateral de tanto ir y venir- y sin puesto de trabajo, Balmaseda le tiraba mucho. "Es mi pueblo", subraya este exconcejal, que ha visto cómo Interior le retiraba la escolta: "Cosas del ahorro. Con lo que pasé en su día ya no siento miedo". Él apostó por regresar a la zona de conflicto, un paso que reconoce haber peleado de principio a fin. Y es en este punto cuando Marcos se pone más serio. "Yo vine de nuevo, pero nadie me facilitó un trabajo y tengo que ir todas las semanas a Madrid a trabajar. No sé qué van a hacer Rodolfo Ares y Maixabel Lasa para facilitar un puesto de trabajo o una casa, de VPO o de lo que sea, a todos los que quieran volver", advierte Rafael, que lanza un mensaje de ánimo a los que quieran seguir su ejemplo. "No hay que tener miedo. Hay que salir adelante", sentencia.