Resulta patético el empeño del lehendakari Patxi López por hacer ver que todo está bajo control, que él, faltaría más, es dueño de la situación y si es verdad que el PNV está negociando con el PSOE los Presupuestos Generales del Estado es porque él estaba al cabo de la calle y ha dado su visto bueno. Tranquilos, vascos, viene a decir, porque si de esa negociación sale algo bueno para Euskadi será porque él estampa la firma. A López no le quita nadie, por éstas, la facultad de firmar. Todo un tratado de cómo intentar, sin lograrlo, engalanarse el gallo trasquilado con las plumas de otro. Protestar, protestó; pero cuando Pepiño le dijo "cállate la boca", plegó velas y en un desesperado intento de sacar pecho después de recibir la patada en el culo, despliega su danza de los siete velos para que no se note demasiado el desaire.

Esta grotesca situación que, de nuevo, se le viene encima a López es consecuencia de la decisión tomada la misma noche electoral del 1 de marzo de 2009, sobre la que habrá que hacer un poco de memoria. Al PSE le fallaron los cálculos y el casi empate técnico con el PNV que esperaba se convirtió en 80.000 votos y 5 escaños de diferencia a favor de los jeltzales. La obsesión de López por desalojar al lehendakari Ibarretxe y sentarse en su sillón y la pérdida del poder socialista en Galicia apremiaron a Zapatero para dar el visto bueno al pacto antinatura con el PP y salvar los muebles con creces agregando Euskadi al poder autonómico del PSOE. Aplausos arrebatados del respetable coro mediático español y vasco-centralista.

Al PNV, como partido más votado, le tocó iniciar la ronda para formar Gobierno. La primera reunión se celebró con el PSE y en ella los jeltzales les propusieron un Gobierno de coalición que garantizase la estabilidad tanto en Euskadi como en España. Es decir, un apoyo estable para los Presupuestos tanto en Madrid como en Gasteiz. La delegación del PSE guardó silencio ante esta oferta. El PNV, para allanar dificultades, propuso incluso consensuar la figura del lehendakari proponiendo otros candidatos distintos del oficial. "Bajo ningún concepto va a haber un lehendakari nacionalista", sentenció Eguiguren. Blanco y con asas. Patxi López lehendakari, el PP de mamporrero, el PNV a galeras y allá se las arregle Zapatero con sus problemas.

Esos fueron los polvos de los actuales lodos. Porque a Zapatero los problemas se le presentaron muy pronto, justo después de que el flamante lehendakari López anunciase a bombo y platillo que él había logrado sin despeinarse lo que los gobiernos nacionalistas no habían podido alcanzar por su torpeza y su maximalismo. Puso fecha, incluso, a la transferencia de las políticas activas de empleo y publicitó a los cuatro vientos la nueva era del desatasco de todo lo que la ineptitud de sus predecesores dejó pendiente de completar del Estatuto. Luego resultó que no. Que a Zapatero le vino el apretón de los Presupuestos Generales y precisó de aquella estabilidad a la que renunciaron él y sus compañeros vascos en aquellos polvos de cortoplacismo. Y la transferencia prometida quedó en lista de espera porque el PNV así lo exigió para que con su apoyo Zapatero salvase los muebles del Presupuesto. López y su Gobierno soportaron malamente los humillantes lodos de envainársela y posponer el traslado de la transferencia, mientras sus socios preferentes clamaban contra el chantaje nacionalista.

Después de aquel triste episodio, PSE y PP han venido maldiciendo la interferencia del PNV y culpándole de privar a los vascos de la competencia de las políticas activas de empleo. Por supuesto, se cuidaron muy bien de decir que lo que los jeltzales evitaron era que se transfiriese una mercancía averiada. López, con tal de ponerse una medalla, estaba -y está- dispuesto a firmar la transferencia renunciando a los 175 millones de euros que supondría el ejercicio de esa competencia de acuerdo a la literalidad del Estatuto de Gernika, que establece que la financiación de la competencia se tiene que realizar vía minoración de Cupo. Es decir, el traspaso conllevaría una reducción del Cupo que Euskadi paga a España equivalente al 6,24% de lo que el Estado gasta en estas políticas de empleo y formación. O sea, que López estaba -y está- dispuesto a privar a sus súbditos de 175 millones de euros para demostrar que aquí quien manda es él.

La necesidad de estabilidad le ha sobrevenido a Zapatero un año después, quizá aún con más urgencia, y vuelven los lodos a pringar a López. La transferencia de las políticas activas de empleo se hará en condiciones, o sea, tal como lo aprobó en 2005 el Parlamento Vasco con el voto afirmativo del PSE, por cierto.

Zapatero, que nadie lo dude, sólo se preocupará de salvar su pellejo. Caiga quien caiga. Y lo pagará el prestigio del PSE, como lo pagó el prestigio del PSN en 2007, cuando ZP renunció a la Presidencia socialista en Navarra por miedo a perder votos en España si pactaba con NaBai.