A dónde vas, manzanas traigo
El Lapitzero
por XABIER LAPITZ
más de una vez me he preguntado de qué hablan dos líderes políticos cuando se reúnen. Sí, ya imagino que hablan de política, pero se trata de un diálogo o es algo más parecido a una sucesión de monólogos. Sospecho que con frecuencia sucede lo segundo. Casi me atrevería a decir, visto en qué concluyen esas reuniones, que lo excepcional es que se produzca un diálogo sincero con voluntad de acuerdo. Y más raro aún, que esos acuerdos sean lo suficientemente concretos como para ser enjuiciados por la opinión pública.
Estamos a las puertas de un encuentro que, aunque debiera ser habitual, se convierte en noticia por ocasional. Patxi López está de promoción; sus estrategas han decidido que no sólo vale con que los medios amigos le visiten en Ajuria Enea, sino que además es necesario que sea él quien tome la iniciativa y se venda. Coincidiendo con esta sobredosis publicitaria, López ha descolgado el teléfono, ha marcado el número de Iñigo Urkullu y han quedado para el viernes. El primer objetivo está logrado: ya hay noticia.
Pero este repentino descubrimiento de la necesidad de buscar comunicación con el partido que le ganó las elecciones y le aventaja en cinco escaños también conduce al recelo: ¿se trata de restablecer puentes o de entretener al adversario con un paripé?
El ridículo precedente de abrir y cerrar en una tarde de viernes un proceso de diálogo para nada menos que una reforma estatutaria no invita a ser optimista. También las Diputaciones se quejan de esta actitud entre lánguida y chisgarabís que mantiene Patxi López, que acude a las reuniones sin un papel y que a juzgar por su inacción en los temas concretos propuestos, tampoco pasa los papeles que le entregan con peticiones concretas a los departamentos correspondientes de su Gobierno.
Estos son los precedentes, pero ya se sabe que quien más quien menos hace propósitos de enmienda cuando comienza el año. Unos deciden dejar de fumar o apuntarse al gimnasio, quizás Patxi López ha decidido ejercer por fin de lehendakari, abrir los ojos a una sociedad que no le cree, escuchar a una mayoría a la que no representa y hablar con quien le ganó las elecciones. Eso con permiso de España, que es adonde ha estado mirando esta pasada semana. Si no cambia, puede suceder un intercambio del tipo "a dónde vas, manzanas traigo".
El comunicado
También ETA está en esa línea de no responder a la exigencia que de forma clamorosa le hace desde hace décadas esta sociedad: que acabe de una vez con su violenta presencia. Pero ETA ya nos tiene acostumbrados a un sí pero no, a un discurso lleno de recovecos donde parece imposible saber qué drama nos espera a la vuelta. Lo he leído del derecho y del revés y no he conseguido saber si esa apuesta por la declaración de Altsasu conlleva la derivada lógica, que sería el silencio definitivo de las armas para pasar a una lucha exclusivamente política. No he encontrado la frase redonda que inspire esperanza. Y ante la omisión, crece mi pesimismo. A estas alturas, asisto con un escepticismo notable a este debate en la izquierda abertzale "oficial". Poco importa lo que la mayoría de la sociedad creamos sobre su doble estrategia, democrática y violenta, según soplen los vientos. Tengo la impresión de que aunque nos pudiéramos todos a hacer el pino porque lo pidiera ETA como condición, algún militar llegaría para decir que al de la decimosexta fila se le ha caído el bolígrafo y eso es suficiente para volver a matar.
Sí, estaría muy bien que fuera la propia ETA la que reconociera que ha llegado la hora de cerrar y que la izquierda abertzale civil se abriera paso en la lucha política democrática. Pero mientras tenemos todo el derecho a seguir diciendo alto y claro que, como Santo Tomás, ver para creer.
La gira madrileña
Unas líneas para terminar con algo de humor, porque es la única manera de abordar la estelar presencia de Patxi López por Madrid. Si no lo tomamos a risa, hasta habría motivo para el enfado cuando se empeña en conjugar en sus múltiples variedades el verbo "normalizar", que según la RAE consiste en "poner en orden lo que no lo estaba". En su insistencia, López ha decidido que le pregunten por lo que le pregunten, sea cual sea la materia de su discurso, ayer turismo, hace una semana el calendario festivo, antes el mapa del tiempo y mañana vete a saber qué, siempre viene bien resaltar su labor normalizadora.
Tiene guasa el asunto porque él llegó a Ajuria Enea de una manera, digámoslo suave, muy poco normalizada. Pero López insiste: antes éramos anormales y ya no lo somos, y tanto y tan rápido ha cambiado Euskadi que ni nos hemos enterado de esa normalidad que nos rodea. O sea, que además de anormales, siete de cada diez vascos son/somos estamos plácidamente adormilados y necesitamos un periodo de digestión mental para calibrar en su justa medida a este Gobierno.
Madrid es una mina. Propongo un escote para que López gire visita de forma periódica a la capital de España y suelte allí todas las ocurrencias antes de ponerse a trabajar en Euskadi. Mañana empieza otra semana, ésta en Euskadi, donde los aplausos españoles suenan un poco más lejanos y donde López estará sometido al veredicto de la opinión pública vasca. Aunque cada día dudo más sobre si es ese el juicio que le importa o prefiere los vítores que escucha al cruzar Pancorbo.
Ante el comunicado de ETA, tenemos derecho a seguir diciendo alto y claro que, como Santo Tomás, ver para creer