ada vez que leo una noticia sobre el brexit no puedo evitar acabar pensando en David Cameron. Resulta que el Reino Unido parece desde hace unos días Mad Max. Hago un inciso para recordar que Boris Johnson se lanzó en tirolina en sus tiempos de alcalde, no descartemos que transmute en Mel Gibson bajo la cúpula del trueno. Según parece, el sector del transporte británico tiene un déficit de unos 90.000 conductores. Se calcula que unos 20.000 de ellos regresaron a sus países de origen en la UE durante el confinamiento y ahora tienen difícil volver por las restricciones derivadas del brexit. Así que hay problemas de abastecimiento en las gasolineras. A tal punto que el sector sanitario ha advertido de los problemas que están sufriendo las ambulancias. Por otro lado, voces como la del sindicato holandés FNV, que agrupa a transportistas de toda Europa, afirman que el sector "no irá al Reino Unido con visados a corto plazo para ayudar a este país a salir de la mierda que ellos mismos se han creado". Y pienso en Cameron. Aseguró en sus memorias que convocó el referéndum del brexit ante la creciente preocupación social por la inmigración. Ejem. Diría que, además de ese ejercicio digno del trumpismo más avezado, lo convocó buscando que el votante solucionara la crisis en su partido, azotado por las tensiones con antieuropeístas populistas como, entre otros, un tal Johnson.