nda la sociedad preocupada por la despreocupación de la juventud ante el coronavirus. Los mayores mascullan que las nuevas generaciones está repletas de irresponsables y las autoridades intentan en vano agitar la concienciación de la chavalería con ellos mismos y con sus ascendientes. Sin embargo, desde que la preocupación por el turismo desterró los confinamientos, las cifras de infectados vuelven a crecer de forma casi exponencial. Parece que los jóvenes no son partícipes del peligro y andan por ahí de botellón en botellón y bailando como irresponsables en las discotecas. Quizá este análisis sea demasiado somero y en los números también tengan bastante que ver el notable aumento de las pruebas y la detección de casos con respecto a los primeros meses de la pandemia. En todo caso, creo que al segmento de la sociedad más bisoño se le pide un esfuerzo excesivo en lo que se refiere a la asunción de la gravedad del momento. Al fin y al cabo, la enfermedad se ha cebado con los viejos y eso no deja de ser una selección natural. Por otro lado, la información que han recibido no ha sido sino una retahíla de cifras y los amables aplausos a los sanados y a los sanitarios. Ni una imagen del horror a las generaciones más audiovisuales de la Historia. Así es imposible que perciban el peligro.