aunque el tiempo parece ir demostrando que el microorganismo que todos ustedes ya conocen no es más virulento que una gripe común, lo cierto es que desde el punto de vista informativo está arrasando con todo. El bicho ha irrumpido con tal fuerza que ha eclipsado al brexit, al proceso contra Assange, a la letal reignición del conflicto sirio en Idlib, a Venezuela, a la cuestión iraní, país más conocido ahora por las toses de su viceministro de Salud que por su programa nuclear; a la guerra por el 5G, o a la hasta hace nada indefendible hipótesis de que el Air Force One vuele por el mundo con un socialista a bordo. Si todos estos asuntos apenas encuentran eco, qué decir de la guerra de superpotencias que se libra en Libia, y de los demás salseos de Macron en África. O de Bolivia, que según las encuestas se resiste a entregar las llaves de la minas de litio al creacionismo choni ; o de la represión en Nicaragua a manos de un revolucionario transmutado en tirano bananero. Los confinamientos, la especulación con las mascarillas, o el minuto y resultado de la expansión del virus por Europa silencian, incluso, las catastróficas consecuencias para China del catarro más fuerte que ha agarrado desde que abrazó el libre mercado para conquistar el mundo.