A buen seguro nos lo pasamos mejor en nuestro querido templo del cortado mañanero que en cualquier redacción, tertulia o sede de partido. Mientras se ha cerrado la apuesta de cuándo llegarán las próximas elecciones generales -el jamón del premio ha sido ya adquirido por nuestro querido escanciador de café y otras sustancias-, del debate del lunes salimos todos más o menos intactos, sobre todo porque los viejillos nos hicieron trampas al juego planteado. Bueno, los primeros en joder fueron nuestros queridos representantes -¡qué novedad!- al decir más la palabra dictador que Franco, con lo que la obligatoriedad de tomar el txupito de Larios quedó en casi nada. Como era de esperar, otra cosa sucedió con la palabra Cataluña y el consiguiente txupito de patxaran. Todos empezamos fuertes, pero al quinto o sexto vasito ya se produjeron los primeros abandonos porque aquello tenía pinta de terminar en melopea mayúscula. De hecho, en el primer descanso se produjo una conga al ritmo de Litros de alcohol del rey del pollo frito que nos indicó a todos que aquello sólo podía acabar en desastre. Aún así aguantamos casi hasta la una de la madrugada, cuando, entre gran alborozo de los presentes, alguien gritó: si me queréis, irse. No sé si en ese bar vamos a sobrevivir a otras elecciones...