l de las vacunaciones se preveía un proceso complicado por la multitud de factores que se debían manejar. Pero las características que se han ido materializando, imprevisibles algunas, inevitables otras, lo están convirtiendo en un proceso agotador para las estructuras sanitarias y para la ciudadanía en general. La dimensión de la operación logística, aunque de sobra conocida, es difícil de valorar. Las condiciones de conservación y distribución de las vacunas difieren, los perfiles de los receptores, también y el flujo de los viales es tan irregular que no permite anticipar más de una semana o diez días de previsión. E n ese contexto, las y los profesionales de la sanidad y la gestión que tienen en sus manos el óptimo desempeño de esta campaña que se prolongará meses aún, necesitan poder acometerlo sin tensiones añadidas, sobre todo cuando son evitables. Es difícil prescribir tranquilidad a la ciudadanía, por necesaria que esta sea. Se ha acreditado que la capacidad de vacunación de los servicios sanitarios, y de Osakidetza en particular, está fuera de toda duda. Contra las voces agoreras que pretendían reducir la dificultad en el arranque de la campaña a una falta de previsión o de medios, los hechos han demostrado que el flujo de vacunas ha permitido acometer decenas de miles de inoculaciones en dos o tres días. La clave era y es el suministro. Hoy no se esgrimen contra la gestión de Osakidetza y el Gobierno Vasco las cifras comparativas con otras comunidades porque Euskadi está ya en la media de inmunizaciones del Estado y por encima en la de primeras dosis. El suministro irregular de vacunas sigue creando problemas cuyos efectos están por resolver -la segunda dosis de AstraZeneca a menores de 60 años- con carácter general en toda Europa. La precipitación no es sinónimo de eficiencia. No lo era cuando se reclamaba pinchar sin reservas y no lo es ahora, cuando haberlo hecho se revela como un error. Los procedimientos aplicados están resultando más solventes y constantes que las críticas a los mismos. El proceso sería mucho menos agotador si, en lugar de sembrar dudas y aprovechar las existentes, se ponen en valor las certezas. Porque existen certezas: que habrá vacunas para todas y todos; que la inmunización es la herramienta para combatir la pandemia; Que las medidas de seguridad reducen el riesgo; que renunciar a cumplirlas lo multiplica.