a situación de la pandemia de covid-19 en Euskadi “es grave”. Lo reafirmó ayer mismo la comisión técnica del Consejo Asesor del Plan de Protección Civil vasco, LABI. La realidad de la enfermedad continúa, en efecto, siendo preocupante cuando estamos a punto de cumplir la primera semana de la entrada en vigor de las nuevas restricciones adoptadas por el Gobierno Vasco tras la declaración del estado de alarma en el Estado. Aunque la presión sobre el sistema sanitario y en especial sobre la ocupación hospitalaria y sobre todo de plazas UCI está aún lejos de ser alarmante, la evolución de los contagios muestra día a día datos muy negativos, con constantes récords de positivos registrados y con cada vez mayor número de hospitalizaciones. La CAV alcanzó ayer, tras sumar 1.151 positivos más, una tasa de positividad del 9,5%, la más alta de las registradas durante esta segunda ola. Estos próximos días, por tanto, van a ser claves. Trascendentales para medir y evaluar el impacto real de las medidas adoptadas en un posible y cada vez más necesario freno a la expansión del virus o si, por el contrario, nos adentramos en un túnel en el que, mediante otro paso atrás, deban estudiarse e imponerse restricciones aún más duras, entre las que no puede descartarse un nuevo confinamiento domiciliario que muchos expertos reclaman o ven ya indispensable pese a las negativas consecuencias que acarrearía, tanto económicas -para todos, no solo en los niveles macroeconómicos- como psíquicos o anímicos. Todo depende, fundamentalmente, de nosotros, de nuestra actitud, de nuestro compromiso cívico y nuestra responsabilidad. También, obviamente, de las instituciones, obligadas a prevenir y adoptar las medidas necesarias. De ahí que la comisión técnica del LABI hiciese público ayer un documento con recomendaciones a la ciudadanía que, más allá del cumplimiento estricto de las restricciones impuestas, abunda en el incremento del compromiso cívico y plantea un decálogo de recomendaciones a seguir para reducir al máximo posible los contextos de mayor riesgo de contagio en nuestras actividades familiares y sociales, aunque también apunta a la responsabilidad de empresas -fomento del teletrabajo y horarios flexibles- e instituciones -aumento de las frecuencias en el transporte público, por ejemplo-. Todo esfuerzo en este sentido merecerá la pena.