Ay, qué barbaridad. Aún no ha bajado Celedón y ya hemos tenido que informar del primer partido de pretemporada del Alavés. Cada vez, las competiciones futboleras comienzan antes (y acaban más tarde), supongo, que para regocijo de las hinchadas, ávidas de actividad de los equipos de su corazón. A mí, sin embargo, que me gusta el fútbol y que me encanta el Glorioso, me parece que todo tiene que llegar en su justo término. Me explico. Me parece que el inicio liguero estaba muy bien diseñado para coincidir con el final de las vacaciones de la mayoría del personal. Así, al menos, había un aliciente para retomar la actividad diaria tras el correspondiente descanso estival. Ahora, no hay tiempo para desconectar, ni de la vida ni del fútbol. Supongo que la hiperconectividad exhaustiva, la digitalización extrema y los cambios de hábitos de una sociedad que ya no se puede permitir el lujo de descansar han obrado el milagro de los panes y los peces. Tiene que haber de todo, durante todo el año. Y si no era costumbre consumir un determinado producto en una estación determinada, se crea el hábito de inmediato desde la industria, que tiene que seguir facturando. Y en esas estamos, con el fútbol también, no sea que la pelota deje de rodar.