Apenas había superado una grave crisis respiratoria después de doce años del papado, cuando inesperadamente se nos ha ido Francisco. Ya desde su nombramiento, ha sido un Papa atípico: venía del “fin del mundo” siendo además el primer pontífice (que tiende puentes) jesuita con admiración franciscana. Muy pronto mostró nuevas maneras y una estrategia eclesial que recuerda la novedad y el impacto que produjo el Concilio Vaticano II, en versión siglo XXI.

Se me agolpan las ideas y los recuerdos ante una noticia esperada durante semanas, pero no ahora, cuando parecía recuperarse el Papa. Antes de ayer recibía al vicepresidente estadounidense, James D. Vance por la mañana. Y a la tarde dio la bendición Urbi et Orbi a las más de 30.000 personas congregadas en la plaza de San Pedro dejando su último mensaje leído –por un obispo– en el que recordaba la falta de paz en el mundo. En este sentido, hizo un llamamiento a los políticos invitándoles a usar los recursos materiales “para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo” sin confundirlo con el crecimiento a cualquier precio. Estas son, a su juicio, “las ‘armas’ de la paz que construyen el futuro en lugar de sembrar muerte”.

A Francisco le achacan que es demasiado político y demasiado de izquierdas para lo que debiera ser un Papa. Sobre lo primero, Jesús de Nazaret fue quien dio ejemplo cuando cuestionaba leyes injustas, afeaba conductas injustas y denunciaba la justificación de cualquier comportamiento injusto en nombre de la religión, o lo que es lo mismo, en nombre Dios. Y sobre lo segundo, su “marcado perfil de izquierdas”, hay que decir que será al revés, que Marx y Lenin son muy posteriores a Jesucristo y no fueron ejemplo de compasivos y misericordiosos, mientras que este pontificado ha transmitido compasión y misericordia contra viento y marea, comenzando por los más excluidos, dentro y fuera de la Iglesia.

Esto es algo grabado en el ADN cristiano, incluida la crítica interna contra todo poder, vanagloria y riqueza. Por eso también ha criticado sin ambages el consumismo, el capitalismo depredador llamando a una acción mundial rápida y unificada para combatir la degradación ambiental y el cambio climático. Por algo Laudato Si es la primera encíclica de la historia dedicada a la Tierra como casa común siendo un referente para el ecologismo.

Francisco trajo de Latinoamérica el enfoque social de la Teología de la Liberación no marxista, centrada en el rechazo a la injusticia estructural (documento Aparecida, 2007). Su primer viaje fue a la isla de Lanpedusa en plena crisis de inmigrantes ante la dureza de la Unión Europea permitiendo que el Mediterráneo se convierta en un cementerio. Denunció la globalización de la indiferencia, apostó por la Iglesia que acoge, escucha y perdona al resaltar que el Mensaje es más importante que la institución eclesial a la que tuvo que embridar desde la base, es decir, saneando las muy opacas finanzas vaticanas que no pasaban el mínimo control actuarial.

Sin duda que ha sido un Papa profundamente pastoral que se ha preocupado por sentar las bases del futuro próximo de la lglesia. Le ha dado a la oración la importancia que los cristianos no le damos, como la palanca transformadora esencial de actitudes y conductas, y se ha preocupado por hermanarse con otros líderes religiosos. Ha primado la acogida a los excluidos de todo signo, siendo acusado de siete herejías por propiciar las bendiciones a las parejas homosexuales y divorciadas. Lo escribí en su día, y lo vuelvo a repetir ahora: ¿si no somos capaces de bendecir a estas personas, cómo vamos a perdonar a los enemigos?

No se ha olvidado de la ostentosidad principesca: nada de ponerse la cruz de oro, los zapatos rojos de tafilete o vivir en el palacio vaticano. Y lo más importante, sustituyó el tradicional lavatorio de los pies a obispos y cardenales el Jueves Santo, a hacerlo a reclusos en una prisión, entre los que llegó a haber mujeres, incluso una musulmana.

Se nos ha ido Francisco, pero dejando todo listo para futuros cambios, como culminar la reforma de la curia para una mayor presencia e igualdad de la mujer, o el celibato opcional. Lo que da empaste a todo lo anterior es la “reforma de los corazones antes que la reforma de las instituciones, como él explicó en el arranque de la sinodalidad, desde una Iglesia menos clerical y más participativa y acogedora. De lo contrario, es difícil ser Buena Noticia ni para los de casa.

Analista