EN anteriores artículos hemos analizado la responsabilidad que tienen la clase política y los Medios de Comunicación en el deterioro de la democracia en Europa, que se conoce en estos últimos años. Los ciudadanos nos lamentamos de dicho deterioro, pero ¿qué hacemos por evitarlo?

Desde hace ya bastantes años la ocupación (o preocupación) de gran parte de los ciudadanos se limita al ocio o a cómo alcanzar nuevas metas de ocio. Las tiendas de vestir se multiplican; la gastronomía con precios disparatados es nuestro orgullo; los hoteles, restaurantes o bares se llenan casi constantemente; las agencias, en periodos vacacionales, no logran cubrir la demanda de viajes a los países más exóticos; se practican todo tipo de deportes con equipamientos de última generación…

La política sólo nos preocupa si alguien nos pregunta qué va mal en nuestro país, sin dar una solución; nos limitamos a la crítica, sin que pensemos en modificar nuestro día a día. Y la crítica, muy a menudo, está motivada o se centra en que los políticos no mejoran nuestra situación económica, sino que se deteriora a causa de su ineficacia política. Nos lamentamos de que los políticos no cuenten con los ciudadanos a la hora de tomar decisiones, pero estos mismos ciudadanos cada día participan menos en el compromiso político.

Nuestro actual sistema democrático representativo está esencialmente basado en los partidos políticos. Y la mejor manera de influir en las decisiones políticas pasa por un trabajo permanente, serio, comprometido en el seno de los partidos políticos. Sin embargo, éstos cada día aparecen más menospreciados por los Medios y por la ciudadanía. La participación activa de los ciudadanos disminuye, a menos que obtengan alguna ventaja personal o puesto de trabajo.

¿Cómo es asumible que un pueblo tan ansioso de democracia en sus declaraciones, no participe más de un 40% o 65% en las elecciones? Es el mínimo esfuerzo que se reclama y la respuesta es bien pobre. ¿No habrá mucha hipocresía en nuestras conversaciones de salón o son declaraciones grandilocuentes?

Decimos desear que cuenten con nosotros para la toma de decisiones, en temas tan variados como la educación, la sanidad, energía, transportes… y opinamos sobre ello con una pretendida autoridad. A la complejidad de los temas y su interrelación, se le une la irrupción de las nuevas tecnologías. Cualquier variación en uno de ellos tiene importantes repercusiones prácticas en otros sectores. Emitir opiniones cualificadas en cualquiera de estos temas exige un profundo conocimiento, previo estudio, que la gran mayoría de los ciudadanos ni tiene ni pretende adquirir.

Hoy en día, paralelamente a los partidos, múltiples asociaciones o fundaciones se dedican, con seriedad, dedicación y profesionalidad, a buscar y dar soluciones a las distintas problemáticas profesionales o sociales. Aquello que individualmente no somos capaces de conocer o dominar, sí lo podemos conseguir por medio de estas oportunidades colectivas, que sin duda existen a nuestro alrededor. La participación comprometida de los ciudadanos sería sin duda una valiosa aportación a nuestra vida democrática.

Todos hemos de dejar en segundo plano al individualismo dominante y trabajar por el Bien Común, propiciando desde nuestra condición de simples ciudadanos soluciones estudiadas y reflexionadas, lejos de intereses más o menos ocultos, impulsando acuerdos entre diferentes y evitando confrontaciones que no llevan a ningún lado. Esto vale tanto para quien se sitúa del lado de quien ejerce el poder como de la oposición.

Para concluir, es evidente que la visión crítica descrita en estos tres artículos no se puede aplicar a todos los políticos, ni medios de comunicación, ni ciudadanos. En Euskadi, después de la desaparición de ETA, no vivimos la crispación y enfrentamientos que dominan la vida política de nuestros países vecinos. Pero no olvidemos que los defectos y las malas costumbres muy pronto de aprenden y se implantan…

La democracia es un tesoro que ignoramos cuando disfrutamos de ella. Sólo la valoramos cuando desaparece, como ha ocurrido al implantarse diversas dictaduras. Pero su mantenimiento y desarrollo exige unos deberes mínimos por parte de todos: políticos, medios de comunicación, ciudadanos, profesionales, empresarios, sindicatos… Si cualquiera de éstos falta podemos dirigirnos hacia populismos, extremismos políticos, o regímenes totalitarios.

No tenemos derecho de criticar o lamentarnos de todos los defectos de la vida política de nuestro país, si es que egoístamente nos hemos negado a aportar aquello que hubiésemos podido aportar. Depende de todos nosotros que consigamos mantener en Europa unos regímenes democráticos fuertes y ejemplares, como se ha sabido hacer, desde el final de la segunda Guerra Mundial, en la Unión Europea.

Aquellos “Padres de Europa” (Schuman, Monet, Adenauer, de Gásperi, Agirre, Landaburu…) comprometieron sus vidas en favor de la democracia y de los valores humanistas. También nosotros debemos hacerlo, cada uno desde la humildad de nuestra condición. Vale la pena.

Etiker son Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo García y José María Muñoa