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Mesa de Redacción

César Martín

Mazapán

Sufrir en Navidad no está bien visto, así que este que escribe y suscribe este pequeño rinconcito editorial de vez en cuando ha decidido hacer caso omiso a eso de cuidar la línea (en mi caso, con cierta propensión a la curva). Ya vendrán días más proactivos en los que la borraja y el puerro se impongan en el menú con todas sus consecuencias. Hoy toca degustar mazapanes. Y sin remordimientos. Porque pretender estar al margen de la cultura del consumo a borbotones que impera en estas semanas de fin de año es como armar a un Cristo con dos pistolas. No pega y la cultura mayoritaria impuesta por el mercantilismo capitalista no entiende de excepciones. Hay que gastar, también en la mesa, aunque objetivamente sea imposible que un ser humano tipo tenga hueco en su fisonomía para degustar todo el listado de comidas, bebidas, postres, dulces y costumbres culinarias que parecen preceptivos en el común de las familias. Así que, dadas las circunstancias, yo he decidido rendirme ante polvorones y mantecados e, incluso, he hecho hueco en mi dieta al turrón de Jijona, no sea que me quede con hambre. Así, seguiré viendo cómo se escapa el dinero del monedero para hacer frente a las imposiciones navideñas, pero con la tripa a un paso de reventar. Ya vendrán tiempos mejores.