El Gobierno de Israel persiste en su estrategia de exterminio en Gaza, donde los muertos desde el inicio de la ofensiva hebrea hace prácticamente un año ascienden ya a 40.000. La resultante es una Franja derruida donde malvive una población masacrada –también incluso en escuelas y centros sanitarios–, despojada de cualquier dignidad humana y también de toda perspectiva de futuro, singularmente una infancia nutrida del odio que inocula la violencia de impronta genocida. Con la circunstancia agravante de que la obscena impunidad israelí se extiende también a Cisjordania y Jerusalén Este, donde Hamás no opera, hasta el extremo de que 1.400 colonos judíos protegidos por la Policía de ocupación irrumpieron esta semana en la Explanada de las Mezquitas pese al rechazo explícito de Jordania y de Egipto, este último líder de la mediación activada junto a Estados Unidos y Qatar. La actitud criminal y desafiante del Ejecutivo de Netanyahu evidencia que las conversaciones para un alto el fuego en Gaza y la liberación de los rehenes en manos de Hamás –desde su vil ataque a Israel el 7 de octubre pasado– están condenadas al fracaso, más allá de que una eventual tregua ya llegaría demasiado tarde sobremanera por los irreparables daños causados en términos de vidas humanas, mayormente de población civil inocente. A esa ficción está contribuyendo con especial impostura Estados Unidos, cuyas impúdicas apelaciones a la moderación por parte de la Administración Biden se entienden en Tel Aviv como un aval a la solución final en la acepción nazi precisamente en contra del pueblo judío. Por su parte, la UE está acreditando su sempiterna irrelevancia en el concierto internacional y más específicamente para pacificar Oriente Próximo, de hecho Alemania y Francia –junto con Reino Unido– han salido por su cuenta en auxilio de Netanyahu al exigir a Irán que cese en sus amenazas a Israel, lo que Teherán ha interpretado como un apoyo incondicional al régimen sionista. Ante el riesgo cierto de una escalada militar múltiple de consecuencias todavía más garrafales, la intervención de Putin arropando en Moscú al presidente palestino Abás se antoja otro obstáculo más para una salida impuesta a Israel, pues el reconocimiento del Estado palestino es el único camino para estabilizar la zona. Hoy más que hace un año.