Se nos ha ido una de esas personas que Bertold Brecht definía en su famoso poema como “los imprescindibles”: no de los que luchan un día y son buenos; ni de los que luchan un año y son mejores; ni de los que luchan muchos años y son muy buenos; sino de los que luchan toda la vida. Lo hizo hasta el último aliento Jesús González Pazos, fallecido ayer, muy tempranamente, demasiado. Dedicó su vida a la defensa de los derechos humanos en un mundo sin fronteras.
Responsable del Área de Pueblos Indígenas y alma mater de la ONG de solidaridad internacional Mugarik Gabe, publicaba puntualmente cada mes sus artículos en estas mismas páginas, donde diseccionaba, analizaba e interpretaba la realidad del mundo, en especial la que no se ve ni se oye en los grandes medios de comunicación.
Pocos como González Pazos conocían América Latina a ras de suelo, la realidad de poblaciones sometidas por los poderosos a la pobreza, despojadas de sus tierras, de sus trabajos y de sus derechos, la cotidianeidad de la violencia estructural y física, la desigualdad y la brecha de las mujeres, las luchas de los pueblos indígenas por sobrevivir, los duros conflictos políticos, sociales y económicos y la complicidad y responsabilidad de occidente, de los países y de sus ciudadanos.
Durante años lo relató de modo sangrante en sus artículos en este periódico y en sus varios libros, en los que dejaba constancia de su visión del mundo. Libros como La vida en juego. Bizitza Jokoan, Derechos Humanos y de la Naturaleza violentados; La otra América Latina; Bolivia, la construcción de un país indígena; Un Estado, muchos pueblos. La construcción de la plurinacionalidad en Bolivia y Ecuador; Medios de comunicación. ¿Al servicio de quién?...
Su pasión, como quedaba claro, era América Latina, donde, como decía José Bergamín, no era objetivo simplemente porque no era un objeto, porque le habían hecho sujeto; por eso era deliberada y militantemente subjetivo, su visión estaba siempre bajo el prisma de la solidaridad con los más vulnerables, con los desheredados de la tierra.
Su último artículo publicado aquí (7 de febrero) estaba dedicado a Palestina y a la agresión israelí. Su título lo dice todo: Palestina, llorar hasta ahogarles. Desgraciadamente, la situación en Gaza durante estos últimos tres meses ha empeorado aún más y el mundo anda más justito de lágrimas.
Hoy lloramos por Jesús, porque su voz y su pluma ya no podrán denunciar más violaciones de derechos humanos ni podrá volver a visitar una vez más su amada América Latina y pelear allí por la justicia junto a sus gentes y contárnoslo después, ni gritará de nuevo desgarradoramente por los palestinos, por todas las injusticias. Por eso era de los imprescindibles.
Un fuerte abrazo a Txari, su mujer, a Ixone y Leire, sus hijas, y a todos sus allegados y compañeros de utopías.