En tiempos de mutación se requieren, más que nunca, ideas claras, voluntad compartida y liderazgos sociales capaces de conducir al País hacia las metas deseadas. ¿Contamos con esos liderazgos y sabemos a dónde queremos llegar?
La sociedad actual se asienta en un poder político regido por la voluntad de la ciudadanía y en un poder económico garante del bienestar social, legítimos ambos, generalmente aceptados y soportes de las sociedades modernas.
Estos poderes inicialmente vinculados se han dispersado. La intervención pública en sectores estratégicos (como en su día el INI y otras grandes empresas del Estado), el control del comercio exterior (tasas aduaneras), la paridad monetaria (reguladora de flujos), ayudas a la industria (apoyo e incentivación)... han desaparecido dejando inerme a la política en la intervención económica. Cada poder va por libre con el único nexo de la fiscalidad y cargas sociales. Esta dispersión y falta de interés deja espacios desatendidos (“arrabales del poder”), generando graves problemas sociales ante los que nadie se siente concernido.
La necesidad social y la sensibilidad comunitaria atienden esos espacios vacíos mediante iniciativas que palían sus negativas consecuencias y van generando “experiencias comunitarias” que acaban consolidándose en realidades normalizadas. De estos procesos se ha ido conformando un “sector comunitario” o “tercer sector”, que crea economía transformando la necesidad en virtud; se sustenta en la centralidad de la persona, en la visión holística de las necesidades (nada le es ajeno) y en la actuación comunitaria (cooperación solidaria).
Este “tercer sector” viene a complementar los mencionados ejes tradicionales. La representación de los ciudadanos en el poder político, la garantía de bienestar social del poder económico y la centralidad de la persona en el poder comunitario, son tres sólidos cimientos morales que soportan la sociedad y sobre los que pueden construirse liderazgos.
El “poder comunitario” tiene que empezar por dar cuerpo al concepto de “comunidad” que, sin personalidad jurídica, es capaz de movilizar voluntades. Se necesita establecer un “decálogo comunitario” que, consensuado entre distintas fuerzas y refrendado en sede parlamentaria (proposición no de ley), recoja los principios en los que se sustenta dándole “carta de naturaleza”. La creación de una “confederación de experiencias comunitarias” completaría el proceso.
La inserción democrática de las personas en la sociedad plantea iniciativas en los tres ejes; en el político, mediante nuevos procesos de gobernanza; en el económico, con sistemas de participación en la empresa; y en el comunitario, con la igualdad de oportunidades y una mayor implicación colectiva. Con todo ello se trataría de “dar cauce” democrático al enorme potencial humano existente en la sociedad, verdadera “mina de oro” poco explotada.
La tarea es ardua pero necesaria. Para ello se necesita: consolidar el poder comunitario, la convergencia de los distintos poderes, la creación de plataformas conjuntas de proyección estratégica, ahondar en los procedimientos democráticos y establecer procesos de cooperación mutua.
La convergencia de poderes permitiría articular un “sistema social” (“conjunto homogéneo de estructuras”) capaz de proyectar un futuro, generar procedimientos de cooperación, fortalecer el sistema democrático y movilizar a la sociedad en torno a una visión estratégica del país.
Son tres poderes autónomos que se aprestan a converger para asumir juntos el liderazgo del país, señalar los fines que se persiguen y establecer las metas deseadas. Se trata de visualizar estratégicamente el futuro, movilizar nuestros mejores recursos y generar una nueva dinámica social. Una sociedad estructurada mediante procedimientos de cooperación refuerza la debilidad de cada parte y multiplica la eficiencia del sistema (ejemplo gráfico es la cúpula del Palau Sant Jordi de Barcelona: nudos aislados y débiles, unidos por barras de conexión, generan una enorme cubierta, sin el soporte de postes).
Sólo un poder reconstruido sobre bases comunitarias y cooperativas podrá liderar la solución a los desequilibrios existentes, asumir los cambios estructurales necesarios y marcar el rumbo deseado, evitando que acabemos arrastrados por la corriente.
Autor del libro ‘Horizontes de Esperanza. Una visión comunitaria para la sociedad vasca’