La marea de bolitas de plástico que inunda buena parte de las playas de Galicia y que ya están en Asturias, Cantabria y parece que en la costa vasca revela un problema de incapacidades políticas, mala gestión, disputas partidistas e inacción, como es la actitud del presidente de la Xunta, que, a pesar de conocer el vertido desde mediados de diciembre, ha tardado más de 20 días en emitir una alerta ambiental, pero también pone de manifiesto que Europa no está preparada para afrontar este tipo de catástrofes, al menos desde el punto de vista normativo. Tanto es así que Bruselas no dispone de una legislación específica para atajar el problema de los pellets.

Acerca de la marea de bolitas de plástico

En los últimos años, Europa ha impulsado y mejorado sus normativas y directivas europeas sobre consumo de plásticos. La última directiva, adaptada a la legislación estatal española en 2022, sí que afecta a los microplásticos, pero sólo con prohibiciones específicas sobre productos de consumo determinados, como pajitas, bolsas, tapones y otros recipientes. Pero deja fuera del marco regulatorio a los compuestos de las bolitas de plástico, de tamaño pequeño que se emplean para fabricar todos los plásticos existentes en el mercado actualmente.

Por otra parte, se han dicho muchas cosas al calor del vertido de granza, que es la palabra más apropiada, que es el material para fabricar plásticos, y que, a pesar de ser unas bolitas diminutas, no son microplásticos, como se les ha llamado. Se ha dicho desde que son inocuas, hasta que son muy tóxicas y contaminantes.

Una de las primeras cuestiones a aclarar en este desastre medioambiental no es tanto el tipo de plástico que es, que parece ser que se trata de PET (tereftalato de polietileno), con el que se fabrican cantidad de plásticos, especialmente botellas y frascos, piezas o incluso textiles, sino en el tipo de aditivos o productos químicos que puede tener ese plástico y eso lo debería de hacer la naviera, que no lo ha hecho y casi seguro que no lo hará. Y, en su defecto, la Xunta de Galicia.

Un ejemplo muy conocido de aditivos es el del bisfenol-A (BPA) que se emplea en garrafas de agua y en las resinas epoxi que aún recubren las latas de conserva. Pronto veremos cómo el BPA se dejará de usar en cualquier envase alimentario en la UE, por el riesgo potencial que tiene para la salud. Otro aditivo son los ftalatos, que flexibilizan al PVC hasta convertirlo en un par de guantes de vinilo, y bastantes más, que plantean numerosos problemas.

Pero, aunque no tengan aditivos estas bolitas de plástico, en contacto con el agua absorben otros contaminantes, como metales pesados entre otros, que están ya en el mar y añaden toxicidad y contaminación. Además, con el tiempo, progresivamente se irán fragmentando, originando los llamados microplásticos, de menos de cinco milímetros, con lo cual la fauna marina, aves y peces, los ingerirán con mayor facilidad.

Según Nicolás Olea, catedrático de la Facultad de Medicina/Universidad de Granada y Facultativo Especialista en el Hospital Universitario Clínico S. Cecilio de Granada, “microplásticos y nanoplásticos son fragmentos de polímeros orgánicos que conocemos con el nombre genérico de “plásticos”. Estos provienen, en su mayoría, del petróleo y otros combustibles fósiles. Microplásticos y nanoplásticos, ya sea en forma de partículas o fibras, acceden al organismo, principalmente, por vía respiratoria y por vía digestiva al encontrarse en el aire, agua y en los alimentos contaminados, como puede ser en el caso del pescado. Cuando estos fragmentos de plástico alcanzan el organismo humano a través del sistema digestivo, los hasta ahora considerados inertes pedacitos de plástico, se convierten en auténticos caballos de Troya, incorporando al interior de tu intestino compuestos químicos tóxicos –monómeros, aditivos y adheridos- y gérmenes muy variados–. Como los aqueos debieron de decirle a los troyanos, cuidaros de los regalos envenenados”. Esto lo dijo, Nicolás Olea en un programa sobre plásticos, emitido por ETB y en el que participé.

Las imágenes de la llegada de miles de pequeñas bolitas de plástico a las costas gallegas han levantado la alarma en todas las comunidades del Cantábrico, Euskadi incluida, y, de hecho, el Gobierno Vasco ha actuado con la mayor rapidez y diligencia, al igual que lo hizo con la catástrofe del Prestige, con la activación del plan especial de emergencia marina ante la llegada de esas bolitas de plástico a la costa vasca.

Pero ya que he citado a la catástrofe del Prestige, tengo que decir que el vertido de granza de plásticos en Galicia no tiene nada que ver con él. Como dije en un artículo en este diario en su día, el hundimiento de la carga que llevaba el Prestige causó una de las catástrofes medioambientales más grandes en la navegación, por la cantidad de contaminantes liberados, así como por su extensión, ya que se extendió desde el norte de Portugal hasta las Landas en Francia, pasando por la costa vasca. El derrame de petróleo del Prestige ha sido considerado según diversas fuentes especializadas en este tipo de accidentes como el tercer accidente más costoso de la historia, pues la limpieza del vertido y el sellado del buque tuvieron un coste de 12.000 millones de dólares, pero por detrás de la desintegración del Columbia y el accidente nuclear de Chernóbil.

En el caso de Euskadi, como muy positivo en esta ocasión, al igual que se hizo con la catástrofe del Prestige, los arrantzales han mostrado su total disposición para colaborar con el Gobierno Vasco y las diputaciones forales de Bizkaia y Gipuzkoa en el marco del Plan especial de emergencias de Euskadi, Itsasertza, activado en la jornada del martes ante la posible llegada a las costas vascas de residuos plásticos vertidos al mar por el buque mercante Toconao el pasado 8 de diciembre cuando navegaba por aguas del Atlántico frente a las costas de Portugal.

En su día, los arrantzales vascos desempeñaron un papel muy importante en los meses posteriores al hundimiento del petrolero Prestige en noviembre de 2002, dedicándose a recoger la máxima cantidad de fuel antes de que llegase a nuestra costa. Se calcula que se pudo recoger en el mar, antes de que impactara en la costa vasca, la mitad de todo lo vertido, unas 30.000 toneladas.

En esta ocasión, tal y como lo han dicho representantes de los arrantzales, “no va a ser nada sencillo recoger las bolitas de plástico en la mar porque se trata de elementos de un tamaño muy reducido que requieren redes con una malla muy pequeña”. Pero, seguro, que se las ingeniarán para hacerlo.

Experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente