A Eddy Merckx, (17 de junio de 1945, Meensel-Kiezegem) el Dios del ciclismo, no le gustaba que le llamaran El Caníbal tal vez porque el apodo le describía al detalle.
El belga, el mejor ciclista de la historia, devoró las esperanzas, los sueños y los deseos de una generación entera, a la que arrasó sin piedad mientras estuvo vigente. Competidor feroz, Merckx cinceló una biografía ciclista insuperable tallada para siempre en la memoria colectiva.
Se adueñó de 525 victorias, aunque la contabilidad oficial le calcula 279. En el palmarés sin parangón del belga, se suceden las gestas, las hazañas, los mitos y las leyendas, como aquella que dice que en una Vuelta esprintó bajo una pancarta del Partido Comunista porque creía que se trataba de una meta volante.
La anécdota ilustra al personaje y sirve, en este caso, como categoría para entender al fenómeno, que cumple este martes 80 años –recuperándose aún de las consecuencias de una fractura de cadera mientras andaba en bici– con las sobriedad de quién ha sido el mejor y no necesita recordarlo porque es recrearse. Nunca una deidad asegura serlo.
Del museo de trofeos, coronas y laureles, cuelga de la percha de Merckx, profesional entre 1965 y 1978, un récord inigualable: cinco Tours (1969, 1970, 1971, 1972 y 1974) , cinco Giros (1968, 1970, 1972, 1973 y 1974) , una Vuelta, tres Mundiales (1967, 1971 y 1974), siete Milán-San Remo, cinco Lieja-Bastogne-Lieja, tres París-Roubaix, dos Tours de Flandes, tres Giros de Lombardía, tres París-Niza, una Dauphiné… y un sin fin de victorias parciales, carreras de una semana y triunfos hasta en pista y ciclocross.
Merckx disputó unas 1.800 carreras y en alguna de sus campañas llegó a sumar 195 días de competición. Ciclista de sol a sol. También de madrugada, cuando competía más allá de la media noche en pruebas de pista.
Implacable competidor
Nadie ha ganado tanto y, probablemente, nadie pueda hacerlo. Sus coronas, trofeos, copas y medallas descansan en un desván como una huella del pasado. Lejos de las peanas y el exhibicionismo. De sus incontables maillots, se vistió de todos los colores, no le queda ninguno, regalados y entregados.
Merckx, nacido en 1945 en la localidad flamenca de Meensel-Kiezegem, se trasladó con su familia a la comuna bruselense de Woluwe-Sain-Pierre, donde sus padres regentaban una tienda de comestibles.
No sobraba el dinero precisamente en casa de los Merckx, que pidieron el dinero prestado para poder poner en marcha el humilde negocio del que vivían. El pequeño Eddy contribuía a la economía familiar. Realizaba entregas en bici y los vecinos ya le apodaban Tour de Francia.
Merckx se hizo ciclista para ganar dinero, como tantos otros en una época repleta de restricciones. Era una vía de escape del hambre y de la miseria. Desde el comienzo, Merckx construyó un imperio en el que solo salía el sol para él.
Al resto le quedaba la noche cerrada. Felice Gimondi, Luis Ocaña, Bernard Thévenet y Roger De Vlaeminck fueron sus víctimas, además del célebre equipo Kas. “No me importaba que me odiaran. Yo no corría para gustar, sino para ganar”, ha comentado en más de una ocasión Merckx, de carácter tímido, algo esquivo, refractario a las cámaras.
El belga se inscribía en las carreras para ganar. Era su único estímulo. La pasión por la victoria le impulsaba. Nunca existió un campeón de semejante calibre.
El ogro de Tervuren , otro apodo que le acompañó, estuvo cerca de fichar por el Kas, el mejor equipo del mundo en la década de los 70 del pasado siglo. “Era muy amigo de Perurena. Gora Euskadi Askatuta! Gora gu ta gutarrak!. Todavía me acuerdo, ¿eh? Me lo enseñó Lazkano y me pidió que lo gritara en el pelotón en una etapa del Tour del 74 que entraba en España. La Guardia Civil quería detenerme. Goddet (el director del Tour) no estaba contento. No estaba nada contento”, recuerda Merckx en un pasaje de una entrevista en El País. El Kas quiso ficharlo, pero Merckx quería incorporar a muchos de sus gregarios y la operación se truncó.
Dopaje en el Giro
No todo fue gloria en la andadura de Merckx, también señalado por el dopaje. En el Giro de 1969, el belga fue expulsado por dar positivo en un control antidopaje.
El Caníbal asomó llorando desconsolado en su habitación de hotel y negó categóricamente el fraude, extremo que creyó la familia del ciclismo, incluidos sus rivales en la carretera.
El italiano Felice Gimondi, que heredó la maglia rosa, rechazó enfundarse el maillot de líder y el caso terminó parcialmente sobreseído. Continuó Merckx canibalizando el ciclismo. Lo que trata de emular Pogacar.
“Lo que me gusta de Pogacar es que realmente intenta ganar, nunca se reserva. Va a por la victoria, y eso es bonito. A veces me recuerda a lo que yo trataba de lograr”, dijo Merckx en una entrevista publicada este martes por el diario Le Soir. Merckx, que también fue poseedor del récord de la hora, insta al esloveno a fijarlo.
“El récord de la hora era un objetivo. Mi carrera no estaría completa sin él. A finales de 1972 me sentía algo cansado, no estaba en forma, pero tras semanas de preparación específica en Italia recuperé. Cruzamos el Atlántico hacia México. Todo salió bien (49,431 km). Pero sufrí muchísimo. Tras ese esfuerzo, apenas pude caminar en una semana”, expone el belga sobre su pasado. Ese curso logró medio centenar de triunfos. El inacabable Merckx.