Un compañero –no sé si conserva la costumbre– gustaba de hacer búsquedas imposibles en Google por aquello de dejar ojiplático al algoritmo. Qué sé yo, algo así como buscar calcetines de lana de ovejas de Gobi, un piso con tres cocinas y ningún baño en pleno centro de Wisconsin y un viaje a Saturno en línea low cost. Evitar cualquier tipo de coherencia en la búsqueda y en el historial era la clave. El jodido algoritmo... Pues el jodido algoritmo ha decidido que me gustan los gatos. Sin demasiada precisión, pero diría que ocho de cada diez publicaciones que me sugiere Instagram tienen que ver con los mininos. Lucho, sin éxito. He activado pestañas para bloquear perfiles, he introducido filtros por palabras... Pues el jodido algoritmo, pese a un inicial repliegue, sigue insistiendo en sugerirme publicaciones de gatos. Y como efecto rebote, supongo, ahora me cuela también más publicaciones sobre perros. Que no tengo yo nada contra los animalicos, pero empiezo a pensar si no será esto la avanzadilla de una ya próxima rebelión de las máquinas. Leo que un algoritmo de inteligencia artificial es capaz de predecir con un 97% de acierto si una canción será un hit o no. Vamos, que podría haber predicho en su momento que Despacito sería el éxito del verano. La rebelión de las máquinas está aquí.