Cinco historias de domingo
La primera no es precisamente reciente, pero la actualidad política preocupante y la crónica negra del mundo tienen otro efecto negativo: nos obligan a recudir el espacio de las buenas noticias. Por ejemplo, esta: quienes se sienten “solo escoceses o escocesas” o “más escoceses o escocesas que británicos o británicas” ha crecido hasta el 72% cuando en 2012 era del 57% (un resultado significativamente bueno ya entonces). El de quienes se siente principalmente británico o británicas al norte de Gran Bretaña es hoy un porcentaje residual. Esta es la consecuencia lógica del Brexit pero también de un Johnson que genera desafección a paladas.
La que no queremos escribir
La crónica negra y el resumen de la semana traen el mismo tema: el asesinato de 19 niñas y niños, y de dos profesoras, por arma de fuego. Esa es la tragedia. El drama es que estamos llamados a revivirla con senadores como el de Texas, Ted Cruz, cuyas palabras llevaba Dori Toribio a Twitter: “Inevitablemente cuando hay un asesinato de este tipo, intentan politizarlo, demócratas y gente en los medios, cuya solución inmediata es intentar restringir los derechos constitucionales… Eso no funciona. No evita el crimen”. Sí, cuando Cruz se refiere a “derechos constitucionales” se refiere a comprar, tener y usar rifles de asalto.
La recurrente
Por desgracia desde hace tres meses, sobre todo para la ciudadanía ucraniana, la crónica semanal siempre trae un párrafo sobre la invasión rusa. Después de los acontecimientos de la semana (Putin chantajea con las cosechas ucranianas y afirma programas de estudios prorrusos a niñas y niños en territorios ocupados), y de ver quién defiende todavía al invasor, creo que este tuit de Ricardo Marquina resume muy bien la situación: “Una da las cosas más fascinantes que nos ha traído el conflicto en Ucrania es ver confluir a radicales vascos de extrema izquierda con fachas de VOX en su apoyo al imperialismo ruso”.
La lección que no debemos olvidar
Las elecciones andaluzas se están convirtiendo en otro episodio de colaboracionismo, de jabón a la imagen de Macarena Olona y Santiago Abascal. Al respecto, Julio Lleonart, que viene de UPYD (es decir, no es un aviejado columnista de un periódico en el que puedes escribir “Euzkadi”), tuiteaba entre la sorna y la tristeza: “Nenes, dejad de justificar a la ultraderecha. Tampoco la pongáis en igualdad de condiciones a ningún otro partido político español. Ahora mismo solo hay uno que propone acabar con la sanidad universal y gratuita en España, y a la vez que haya terapias de conversión LGTBI públicas”.
Quinta y última
Con todo lo que llevamos vivido los últimos años, no se me ocurre mejor manera que terminar esta columna y casi mayo que con este tuit del guionista Manu Martínez: “A ver cuándo se vuelve a poner de moda ser buena persona”. No pido mucho más, la verdad. Y soy consciente de que (casi) todo el mundo es bueno, como sugería David Summers. Tiene que resultar difícil ser una persona normal, consciente de lo que es el dolor, en EE.UU., en los medios que enjabonan a Vox y, especialmente, en la Ucrania martilleada misil tras misil. Pero no podemos dejar de intentarlo ni de impulsar que se ponga de moda hacer las cosas bien.