omo en todas las elecciones, en las que han tenido lugar recientemente (5 de mayo) en Irlanda del Norte se ha renovado el órgano representativo (Assembly) de este territorio, cuya nueva composición debería dar lugar próximamente a la formación del nuevo Gobierno (Executive Authority) norirlandés. Hay, sin embargo, una serie de novedades en estas elecciones que no se habían planteado en anteriores procesos electorales (o, para ser más precisos, en este caso post electorales) y que merecen que se les dedique algo de atención ya que sin esta necesaria referencia a ellas no es posible comprender la peculiar situación que se da en Irlanda del Norte tras estas elecciones.

Una primera novedad a reseñar, a la que ya se ha hecho referencia en todos los comentarios y análisis de las elecciones norirlandesas, ha sido el triunfo en las urnas, por primera vez, del Sinn Féin. Y, simultáneamente, la pérdida de la primacía electoral de la principal formación política del unionismo -DUP, Democratic Unionist Party-, lo que conlleva su desplazamiento al frente del ejecutivo norirlandés. Se trata de una novedad que no hay que minusvalorar pero que tiene un carácter más simbólico que otra cosa; aunque en situaciones como la que se ha venido dando en Irlanda del Norte en las últimas décadas los hechos simbólicos pueden tener, y tienen de hecho, efectos reales que inciden de lleno en el desarrollo de los procesos políticos en curso.

De todas formas, hay que situar en sus justos términos esta novedad, que por significativa que sea no supone ningún vuelco en la situación política norirlandesa, como algunos se han apresurado a augurar. En este sentido, hay que constatar el mantenimiento del equilibrio de fuerzas entre las dos comunidades enfrentadas, que empatan (35 escaños cada una de ellas: 27 Sinn Féin y 8 SDLP, frente a 25 DUP, 9 UUP y 1 TUV, novedad en estas elecciones) en cuanto a la representación política en la Asamblea de Stormont, si bien en porcentaje de votos hay una muy ligera ventaja de dos puntos (40,1 frente a 38,1) a favor de las formaciones unionistas. Son unos resultados casi iguales a los de las anteriores elecciones de 2017, en las que éstas obtuvieron un escaño menos (38 frente a 39).

Interesa conocer estos datos porque reflejan la situación política real en Irlanda del Norte en el momento actual, marcada por el equilibrio intercomunitario como se pone claramente de manifiesto en el mantenimiento del empate, en cuanto a la representación política, que certifican los resultados electorales transcritos. A lo que habría que añadir la persistencia del mantenimiento de la correlación entre ambas comunidades en estos últimos años, en los que el mapa político norirlandés apenas experimenta cambios sustanciales, al menos por lo que se refiere a los elementos estructurales de su sistema político.

Dos observaciones sí es preciso realizar en relación con algunas novedades, a las que apenas se ha prestado atención y que sí pueden tener una incidencia apreciable en el desarrollo del proceso político norirlandés en un próximo futuro. En primer lugar, el éxito electoral de La Alianza (Alliance Party of North Ireland, APNI), auténticos triunfadores de estas elecciones, que han más que duplicado su representación en la Asamblea de Stormont (13,5% y17 escaños, frente a 8 en las anteriores elecciones de 2017). Además de su llamativo éxito electoral, se trata de un partido que, en una situación marcada por la confrontación intercomunitaria, no solo no entra en esa dinámica sino que expresamente plantea abrir otra distinta que no gire en torno a ella, lo que cambiaría por completo el escenario político norirlandés.

De signo contrario, aunque también relevante y digno de ser tenido muy en cuenta, es el éxito del nuevo radicalismo unionista del TUV (Traditional Unionist Voice, 7,6%), a través del que se expresa el ala más radical del unionismo, lo que ha tenido el efecto de restar votos (y representación en la Asamblea de Stormont) a las formaciones unionistas clásicas: UUP (Ulster Unionist Party: 9 escaños, 11,2%) y, sobre todo, al DUP (Democratic Unionist Party: 25 escaños, 21,3%), que a causa de esta fuga de votos pierde su primacía en la Asamblea en favor del Sinn Féin, que se ha visto beneficiado por el trasvase de votos del SDLP (Social Democratic & Labour Party: 8 escaños, 9,1%). Aunque conviene tener presente que ello no supone que se vea alterada la correlación entre los dos bloques comunitarios por lo que se refiere al porcentaje de votos obtenidos en conjunto por las formaciones políticas que representan a las dos comunidades norirlandesas.

Si bien es preciso tener presente estos datos sobre las novedades, y también los no menos importantes factores de continuidad, en las recientes elecciones norirlandesas, lo realmente decisivo tras ellas es la formación del nuevo ejecutivo, que esta vez está planteando más problemas que en otras ocasiones. En este sentido, es obligado hacer una referencia al sistema de power-sharing, o poder compartido, que rige en Irlanda del Norte desde el Acuerdo de Viernes Santo (abril 1998) para la formación del Ejecutivo. Se trata de un sistema muy peculiar, que constituye una singularidad institucional norirlandesa, en virtud de la cual la cúspide del ejecutivo ha de tener una composición paritaria y bicomunitaria, que hasta ahora había estado integrada por un miembro del DUP (ministro principal) y otro del Sinn Féin, con competencias similares que conjuntamente conformaban la cúpula directiva del Ejecutivo. El resto del Ejecutivo (Executive Authority) estaba integrado por representantes de las demás formaciones políticas de acuerdo con su representatividad en la Assembly of Stormont. Se trata de un mecanismo que obliga a compartir el poder -power-sharing- en el Ejecutivo, concebido para evitar la exclusión institucional de cualquiera de las comunidades norirlandesas y que hasta ahora había venido siendo aceptado sin mayores problemas.

El problema se ha planteado tras estas elecciones, y no por el cuestionamiento del sistema de power-sharing sino por otro factor ajeno por completo, como es el Protocolo para Irlanda del Norte del brexit, que el unionismo, en especial el DUP y asimismo el TUV, se niegan a aceptar, exigiendo su derogación para poder formar parte del nuevo ejecutivo. Se argumenta para ello que el Protocolo irlandés del brexit, con el fin de evitar una frontera entre el resto de la isla irlandesa e Irlanda del Norte, ha creado otra entre ésta y el resto del Reino Unido, lo que resulta inasumible para los unionistas. El problema se complica porque el controvertido Protocolo sobre Irlanda es parte integrante de un Tratado internacional entre el Reino Unido y la Unión Europea, que ésta se niega a renegociar ya que ello supondría admitir que los Tratados, una vez firmados, podría exigirse su modificación a conveniencia de una de las partes firmantes, lo que sería una fuente permanente de problemas en las relaciones internacionales.

No es descartable que para resolver el impasse institucional ocasionado por la combinación de los efectos derivados del power-sharing norirlandés y el Protocolo del Tratado eurobritánico del brexit, Boris Johnson decida, como ya ha hecho en otras ocasiones, prescindir de formalidades jurídicas e impulsar la aprobación de una ley en Westminster que modifique de facto el protocolo irlandés (y el Tratado eurobritánico), lo que añadiría un problema más a las ya de por sí problemáticas relaciones norirlandesas. Así, además del impasse institucional norirlandés tendríamos también un problema añadido con la situación que esta actitud unilateral por parte del imprevisible premier británico crearía en las relaciones entre la UE y el Reino Unido, lo que sin duda contribuiría a animar más aun el escenario político post brexit.

No es fácil prever cual va a ser el futuro de Irlanda del Norte tras estas elecciones, aunque no parece razonable vaticinar, como algunos han anunciado, el inicio de una nueva era tras la pérdida del liderazgo institucional del unionismo y la consiguiente sustitución al frente del ejecutivo del DUP por el Sinn Féin. Mas bien todo indica que tras estas primeras elecciones en Irlanda del Norte después del brexit se plantean nuevos problemas en las relaciones eurobritánicas, por si no había ya suficientes, que será necesario gestionar en este periodo, aun no cerrado, del post brexit. Y de momento, y por lo que se refiere a Irlanda del Norte en particular, lo que parece también mas probable es que se abre un periodo de impasse institucional cuya salida, más que en Stormont (sede de la Asamblea norirlandesa en Belfast) está en 10 Downing Street y en las ocurrencias que su inquilino actual pueda tener sobre el protocolo del brexit. l

* Profesor