l agua ha comenzado a cotizar en la Bolsa de Wall Street, al igual que lo hacen el petróleo, el oro o el trigo. Sin duda, es lamentable; y lo digo muy suave. Algo de tanto valor no debería tener precio. De esta forma, el agua se someterá desde ahora a una gestión regida por la lógica del mercado, que es una invitación a la especulación.
La idea de que este bien necesario empiece a cotizar en bolsa no seduce en absoluto, ni muchos menos, y entre otras cosas conviene recordar que el acceso al agua potable es un derecho humano al que todavía hoy hay personas que no pueden acceder, aunque esté declarado como tal por Naciones Unidas desde el año 2010. El acceso al agua potable es un derecho, un derecho que aún no tienen 220.000 millones de personas en el mundo y que lo lógico sería trabajar para que lo tuvieran. Pero esto va en dirección contraria y puede ser una fuente de líos y de incremento de la desigualdad. Se estima que dentro de cinco años habrá 1.800 millones de personas viviendo en zonas del mundo afectadas por estrés hídrico, es decir, en lugares donde la demanda de agua sea superior a su disponibilidad. Esto podría desembocar en una crisis migratoria sin precedentes que afecte a cerca de 250 millones de personas residentes en países africanos.
El líquido elemento que ha comenzado a cotizar en el mercado de futuros de materias primas de Wall Street debido a su escasez se marcará según el índice Nasdaq Veles California Water (NQH2O), que se creó en 2018. Dicho indicador se basa en los precios de los futuros del agua en el Estado de California (oeste de Estados Unidos), que el día 7 de diciembre cotizaba a 486,53 dólares (cerca de 397 euros) por acre-pie, una medida equivalente a 1.233 metros cúbicos. Es decir, 40 centavos, casi medio dólar, por metro cúbico, una cantidad desorbitada en comparación con los 0,02 céntimos de euro que pagan los regantes del valle del Ebro, por ejemplo.
Más que el volumen del agua, el índice NQH2O regulará los derechos de uso. De hecho, está basado en los precios de las principales cuencas fluviales de California, en las que la escasez ha aumentado hasta multiplicar el precio del metro cúbico por dos en el último año y donde se había ido avanzando en formas precursoras de un mercado formal que ahora da el definitivo paso. A partir de la experiencia del oeste de Estados Unidos, este valor podrá ser usado como referente para el resto del mundo en los mercados del agua. El país norteamericano es el segundo consumidor mundial tras China; el crecimiento demográfico y el desarrollo económico acelerado explican también su escasez y su carestía.
El mercado de futuros consiste en poder negociar el valor de un bien en una fecha futura, lo que, según los defensores de este tipo de mercados, ayuda a asegurar precios futuros, hacer más eficiente el mercado del agua y a que los agricultores o municipios no tengan problemas en el futuro para abastecerse de agua, protegiéndose así de los vaivenes de los mercados.
Pero esa defensa del mercado de futuros hace aguas -permítase la expresión- por todas partes si vemos lo que ha ocurrido en otras ocasiones con los productos básicos que se han postrado a los pies de los especuladores.
Uno de los ejemplos más recientes y devastadores fue el incremento de los precios de alimentos básicos durante la crisis financiera de 2008. Cuando las bolsas se hundieron en los años posteriores a la caída de Lehman Brothers, los inversores que huían de los circuitos financieros e inmobiliarios buscaron productos seguros donde invertir sus capitales. El mercado de futuros de alimentos básicos, como el trigo o el maíz, atrajo enormes cantidades de dinero que compraban estos productos básicos en forma de futuros, lo que provocó que los precios pactados fueran cada vez más altos debida a la enorme demanda, lo que a su vez provocó una subida generalizada de los precios de los alimentos en todo el planeta, causando hambrunas y millones de muertes en los países del sur global.
El relator especial de Naciones Unidas para los derechos humanos al agua potable y el saneamiento y profesor emérito de Análisis Económico, Pedro Arrojo, que lleva desde 2001 vinculado al sector del agua, cuando lideró la oposición al Plan Hidrológico Nacional, sostiene que es importante no confundir valor y precio: no vale lo mismo el mínimo necesario para vivir con dignidad que la usada para llenar una piscina. Y afirma lo siguiente: “Desde mi punto de vista, y desde el punto de vista de Naciones Unidas, el agua no puede considerarse una simple mercancía y, por ello, en 2010 se reconoció el agua y el saneamiento como derechos humanos. Si fruto de maniobras especulativas subiera de forma desmedida el petróleo y tuviéramos dificultades para llenar el depósito, sería un problema, pero podremos desplazarnos a pie o en transporte público; pero si nos falta el agua, simplemente no podremos vivir. Por eso, el petróleo no es un derecho humano y el agua, sí. Lo importante del agua no es su materialidad, H?O, sino para qué la usamos”.
Para Pedro Arrojo, “el agua es pieza básica de la salud pública y del bienestar social que nos brindan los servicios domiciliarios de agua y saneamiento. Es vital para sectores económicos vulnerables que son de interés general, particularmente en la agricultura. Pero, además, la sostenibilidad de ríos, humedales, lagos y acuíferos es más necesaria que nunca para vertebrar territorios y garantizar estrategias de adaptación al cambio climático en curso. Valores todos ellos, entre otros, que la lógica de mercado no reconoce, razón por la cual el mercado no es la herramienta adecuada para gestionarlos, y menos desde espacios financieros tan propensos a estrategias especulativas”.
Por otra parte, el problema de la escasez del agua no es exclusivo de California. En la península ibérica sabemos mucho de la problemática que genera la gestión de los recursos hídricos y mucho se habla de un futuro en que el agua será el origen de guerras y desplazamientos masivos.
En realidad, la cotización no es sino un paso más para privatizar el agua. Y la mercantilización de este derecho humano podría abrir la puerta a cuestiones muy peligrosas que transformen el agua tal y como se conoce. Así, la accesibilidad estará marcada por la rentabilidad económica. En segundo lugar, la asequibilidad quedará condicionada a las fluctuaciones de los mercados, lo que generaría un descontrol de precios a largo plazo. El tercer factor es la “concentración de poder” en los mercados y el desplazamiento de lo público y la idea de bien común como principio básico de toda gestión hídrica.
* Experto en temas ambientales, Premio Nacional de Medio Ambiente y de Periodismo Ambiental de Euskadi