a web, lo que popularmente llamamos Internet, fue en sus inicios una gran masa de páginas enlazadas entre sí. Al inicio no tenía jerarquía alguna. Era difícil descubrir qué sitio web podría ser relevante para una determinada intención de búsqueda. Dos jóvenes estudiantes de la Universidad de Stanford, Larry Page y Sergey Brin, idearon un sistema para poder ordenar los resultados ante una búsqueda dada. Llamaron Google a una herramienta que se inspiró en las ideas de las citaciones académicas. En este campo, desde los años 60, para calcular la relevancia de un artículo científico, se usaban las citas de la comunidad científica para determinar su relevancia. Desde entonces, nos hemos acostumbrado a una era en la que todo el conocimiento del mundo está disponible en una caja de búsqueda. Google visita las páginas web que existen y nos las ordena.
Esto no dejarían de ser anécdotas históricas si no fuera porque no han dejado de aparecer personas que cuestionan la validez de los métodos de transmisión de conocimientos a nuestros estudiantes desde que existe esta herramienta. ¿Debemos enseñar a utilizar Google o debemos seguir transmitiendo conocimientos con independencia que luego vayan a tener todo disponible en una caja de búsqueda?
Hay numerosas evidencias científicas que concluyen que el conocimiento es necesario para poder desarrollar mejor las competencias de las que tanto hablamos en este siglo XXI. Garvin Brod y Yee Lee Shing (entre otros), tienen varias publicaciones donde argumentan cómo tener más conocimiento mejora la capacidad de memorización. Tanto desde el punto de vista de codificación, consolidación como de recuperación, tener más conocimientos nos ayuda a mejorar nuestra capacidad de memorizar. Esto, nos lleva a decir lo mismo de otra manera: cuanto más conocimiento tengamos de un determinado campo, mejor leemos su contenido, mejor lo interpretamos y mejor podemos razonar e inferir sobre ello. Pensar es una habilidad cognitiva. Su relación con los conocimientos significativos disponibles es muy estrecha: a mayor disponibilidad de los mismos, mejor se piensa y razona.
Google ha sido una herramienta que nos ha aportado y sigue aportando mucho. Pero, con independencia de ello, no creo que debamos incurrir en discursos apocalípticos, y menos en razonamientos sin fundamento científico alguno. Si queremos que nuestra ciudadanía del futuro sea crítica y piense adecuadamente, lo mejor será enseñarles a ser generosos en el esfuerzo de adquirir conocimientos.
Alguno, alguna, que esté leyendo este artículo pensará que su autoaprendizaje en Internet usando la herramienta Google le resulta muy efectivo. Sí, será así. Pero seguramente sea porque tu conocimiento del campo es importante. Hoy en día cuando no me sale alguna operación de programación de datos, busco en Internet y suelo tardar poco en solventar el problema. Pero, claro, estudié ingeniería en informática, resolviendo muchos exámenes de programación en papel dibujando esquemas lógicos en diagramas de bloques. Mi conocimiento formal de cómo será la solución es importante. Por eso me resulta tan fácil encontrar soluciones en Internet. Pero, esto no es generalizable.
Todas esas personas que suelen divulgar en Internet que los cursos abiertos y masivos democratizarán el conocimiento creo que suelen olvidar que aprender y enseñar no es solo poner disponibles unos documentos o vídeos. Hay que aprender a pensar, a ordenar ideas, a relacionar las mismas, etc. Conectar cada cosa que se aprende con las anteriores resulta fundamental. De ahí que nos cueste tanto ser polímatas: nuestro cerebro no tiene tanta capacidad como para tener conocimientos profundos sobre varios campos. Si estás diseñando tu nueva asignatura para el nuevo curso, no confíes tanto en Google o Internet. Aprender a partir de ello es poco recomendable sin tener una buena base de conocimientos. Tampoco caigas en resúmenes superficiales como que estoy defendiendo la memorización sin comprensión. No, lo que estoy diciendo es que hay que ordenar los factores para llegar a buen puerto. Enseñar y aprender es un asunto muy serio como para resumirlo en dos o tres opiniones.