A lo largo de la historia se han dado casos, como el presente -en el que la pandemia del coronavirus acecha a nuestro planeta- donde dos derechos tan fundamentales como el de la libertad del ser humano y el de la protección de nuestra salud entran en colisión. Ante tan conflictiva situación, la mayoría de los gobiernos -con buen criterio- suelen optar siempre por preservar la salud pública de la población, pero no a base de restringir sus libertades, no -tal como llega a entender equivocadamente más de un escéptico ciudadano- sino por defenderla en grado sumo.Porque, si irresponsablemente se hiciera demagogia ocultando a la ciudadanía la gravedad de la crisis sanitaria existente, muchas personas -en efecto- no verían entonces “restringida” su libertad como individuos, pero, más pronto que tarde, lo que verían realmente”restringida” sería su propia vida o la de sus seres queridos. Y es que -indudablemente- los gobiernos tienen ante estos casos verdaderamente problemáticos un gran desafío ante sí, debiendo de prevalecer siempre entre ambos derechos de primer orden, una política verdaderamente responsable de proteger nuestra salud.
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