Llámenme loco, pero me da al hocico que llegan curvas. Y de las cerradas, de esas que hay que tomar en primera y con mucha cautela y poca velocidad. Verán, desde hace unos meses los titulares sobre la deceleración de la economía se han convertido en recurrentes en los medios de comunicación. Como tal, este hecho no debería indicar nada más allá de lo evidente. Sin embargo, la insistencia de una buena parte de las autoridades en negar, matizar o contextualizar el sentido de esas informaciones es lo que me ha convencido de que, en verdad, llega el lobo. Y con hambre atrasada. La acumulación de años y experiencia, aparte de despejar de pelo la superficie craneal del que escribe y suscribe estas líneas, sirve para apostar siempre por la mejor de las actitudes críticas ante la clase política de este país, nación, Estado o lo que demonios sea este andurrial. En ocasiones precedentes, el negacionismo ante la incipiente catástrofe económica que llegaba entre alharacas sirvió para hundir aun más a parte de la población, que se ahogó sin siquiera ver el aluvión que llegaba. De ahí que, quien más, quien menos, barrunta dificultades y se prepara para lidiar con otra temporada de esas en las que hay que apretarse el cinturón para evitar quedarse sin pantalones.
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