españa es el décimo país del mundo en número de millonarios. Casi un millón de personas (979.000) posee, cada una por separado, entre uno y quinientos (500) millones de dólares. Y hay aún otro ranking en el que el reino de Felipe VI destaca sobremanera: 61 de sus súbditos, y quizá algún familiar cercano, son ultrarricos, o sea patrimonios superiores a los 500 millones de dólares, lo que sitúa a España en el decimosexto puesto mundial de este exclusivo escalafón. Aparte de la indecencia que para la humanidad implica tamañas diferencias entre unas personas y la mayoría, lo más llamativo del estudio llevado a cabo por Credit Siusse Research Institute (un banco suizo por si no lo sabían) es que el número de millonarios hispanos se ha quintuplicado en los últimos nueve años, los de la crisis. Es decir, cuanto peor le ha ido a la sociedad en general mejor les marchan las cosas a algunos en particular. Será coincidencia o la habitual visión demagoga del que escribe pero a mí, al enterarme de estos datos, me ha hervido de nuevo la sangre al comprobar cómo la crisis que padecimos “por vivir por encima de nuestras posibilidades” no ha hecho sino acentuar la desigualdad. Porque el dinero, como la energía, ni se crea ni se destruye, solo pasa de unas manos a otras.
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