Como todo lo que no mejora tiende a empeorar -la cuestión suele ser con cuánta rapidez- aquí estamos. Como en las comedias románticas ñoñas de Hollywood, habría dado un penique por los pensamientos y las conversaciones que ayer mantuvieron en reunión matutina Quim Torra, Meritxell Budó, Miquel Buch -conseller de Interior en el ojo del huracán y en el equilibrio imposible de conjugar el activismo del president y la obligación institucional de gestión de los Mossos y el mantenimiento del orden público- y Pere Aragonés a instancias al parecer, según algunas fuentes, de este último. Hoy, comparecencia prevista de Torra en el Parlament por la mañana, con turno para los grupos por la tarde. Ayer, ronda de Pedro Sánchez con Pablo Casado, Pablo Iglesias y Albert Rivera. Y todo esto, no lo olvidemos, a poco más de veinte días de la cita con las elecciones generales, convocatoria a la que Sánchez quiso presentarse buscando lo que han llamado una mayoría cautelosa que le otorgara una mayoría suficiente para formar gobierno; cita en la que se pugna por La Moncloa, pero también por el liderazgo en el espacio soberanista catalán. Mientras tanto, los discursos se endurecen, espiral acción-reacción que poco o nada suele solucionar.