Vivimos tiempos en los que el quehacer de la geopolítica y las relaciones político-económicas internacionales se rigen en buena medida bajo los designios del matonismo. Y así, hemos acabado envueltos en una guerra comercial de dimensiones aún difíciles de calcular pero potencialmente catastróficas, según analistas tan poco sospechosos como el FMI o la OCDE. Es la ley de la selva. Donald Trump retira las tropas estadounidenses del noreste de Siria, lo que supone dejar a los que hasta ahora habían sido sus aliados, las milicias kurdas, a merced de la Turquía de Erdogan. Turquía que, por cierto, pasó de ser uno de los aliados de EEUU en la zona a virar hacia Moscú. Pero lo más curioso del asunto son, por supuesto, las explicaciones de Trump. “Le he dicho al presidente Erdogan que haré mucho más que sanciones (...)”, si actúa de forma “inhumana” con los kurdos, apuntó Trump, “aniquilaré su economía”. La guinda fue lo de que le “gustan” los kurdos pero “no nos ayudaron con Normandía”. Toma argumento. Erdogan sigue el modelo: “Hey, UE, despertad (...). Si intentáis presentar nuestra operación como una invasión, nuestra tarea es simple: abriremos las puertas y os enviaremos 3,6 millones de inmigrantes”. Ankara afirmó ayer haber matado a más de un centenar de milicianos kurdos.
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