El fallecimiento ayer en Ondarroa de un trabajador de la construcción de 46 años al precipitarse al vacío desde un cuarto piso reaviva necesariamente la exigencia de extremar la prevención frente a la lacra de los accidentes laborales. El incremento de los mismos en la primera mitad del año según cifras oficiales de Osalan, que hasta julio había contabilizado nada menos que 21.194 bajas por siniestro laboral, un 0,7% más, y el número de fallecimientos en los últimos días -solo en las últimas seis semanas en Hegoalde se han producido seis accidentes mortales (Hondarribia, Gasteiz (2), Atxondo, Trapagaran y Ondarroa)- desgraciadamente no hace sino confirmar el incremento de la siniestralidad en el trabajo constatado a lo largo de toda la última década y especialmente en los últimos tres años (+7,5% en 2015, +5,4% en 2016 y +5,7% en 2017). También la constante de la cifra de fallecimientos -24 en lo que va de año en Euskadi, por los 32 de 2017, los 34 de 2016 y los 28 de 2015- de los últimos ejercicios, que los sindicatos elevan, sin embargo, por encima del medio centenar anual. Asimismo, que este último accidente haya tenido como víctima a un trabajador de la construcción también ratifica la estadística que sitúa a ese sector como el más inseguro, con casi 50 bajas por accidente por cada mil trabajadores, diez más que en la industria, y obliga a replantear las medidas de inspección y control del cumplimiento de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales tanto por parte de las empresas como de los propios trabajadores, así como a considerar ya como una de las causas de dicho incremento la incidencia de las exigencias del mercado de trabajo -cuatro de cada diez accidentes afectan a empleados de contratas- en el incumplimiento de las normas de seguridad y en la asunción de la responsabilidad individual en la prevención de empresarios y empleados. Porque la inspección y el control, la investigación y determinación de las causas de los accidentes, así como la sanción posterior en caso de incumplimiento, siendo todas ellas más imprescindibles que necesarias, no sustituyen a la concienciación como principal herramienta para combatir la siniestralidad laboral, incluyendo en ella una revisión exhaustiva de las relaciones laborales y de los altos índices de precariedad en los sectores más afectados.