La 50 edición de la Azoka de Durango, con un balance un año más positivo rondando los 150.000 visitantes desde que abriera sus puertas el pasado viernes, ha querido, por el fuerte simbolismo de sus bodas de plata, marcar el camino hacia medio siglo más de referencia para los creadores vascos. Un referente que, en los estertores de la crisis económica, ha visto en su evolución el crecimiento de los distintos formatos de los productos culturales, pasando por un aumento del IVA cultural en tiempos complicados en lo económico para todos los eslabones del proceso de la producción cultural, desde los autores hasta el público pasando por discográficas y editores. Los resultados de estos cincuenta años de la Feria del Disco y Libro Vasco constituyen el mejor punto de partida, como elemento catalizador de la cultura vasca y emblema aglutinador de agentes culturales y consumidores para comenzar a caminar otro medio siglo y seguir escribiendo con éxito la historia de nuestro mayor y más reconocido corazón cultural euskaldun. Una andadura célebre pese a las dificultades que, sin embargo, no debe hacernos caer en la autocomplacencia como país ni en la relajación frente a los retos de los nuevos tiempos como el consumo gratuito digital o las reducciones sufridas en los últimos años de las ayudas públicas tanto a la creación como a la divulgación de los productos literarios o audiovisuales. Con todo, esta edición, cuajada de novedades en un redondo cumpleaños que ayer cerró su última cita por todo lo alto, se reivindica como otro inicio del camino de una cita consolidada pero que además aborda los nuevos desafíos del futuro con el vital respaldo popular que vio nacer a la Azoka en el pórtico de la Iglesia de Santa María de Uribarri en 1965 y que, décadas después, tanto productores como visitantes han apuntalado como el gran espacio de convivencia e intercambio entre creadores, industria, tejido asociativo e instituciones, esta ocasión, con la presencia significativa después de quince años del Gobierno de Navarra. Desde esta edición, una vez cerradas las puertas de la gran cita de la celebración, la Azoka empieza a escribir el futuro y la historia de otros 50 años más compartiendo sus retos con los distintos agentes que han hecho entre todos lo que hoy ya es, con orgullo, la gran plaza de la cultura vasca.