todos nos deberíamos felicitar por la designación de la Capital Gastronómica, especialmente quienes desde el sector público y privado han estado trabajando entre bambalinas para que en 2014 este título recaiga en Vitoria-Gasteiz. Esto supone que el Ayuntamiento, el resto de las instituciones y el sector privado se han implicado en acuerdos de cooperación y de generación de otras formas de desarrollo económico que también han de ser entendidas y tenidas en cuenta.

Aunque para algunos pueda parecer chocante, la puesta en marcha de procesos inmateriales o intangibles basados en el ocio y la recreación, orientados a la mejora del sector servicios y de sus respectivos subsectores, son aspectos que van a estar cada vez más presentes en nuestra vida cotidiana.

Cierto es que la distinción de la Capitalidad Gastronómica, con tan sólo tiene tres años de existencia, no cuenta con el arraigo, la consideración y el pedigree de otras como la Capital Verde Europea. Pero esto no ensombrece el valor estratégico que puede llegar a alcanzar.

Esta capitalidad hace que se haya optado por la gastronomía como reseña, atractivo o icono a resaltar, frente a otras opciones o recursos existentes en la ciudad. Esto no significa que el resto de los recursos desaparezcan o no sean tenidos en cuenta, sino que durante este año se han de convertir en elementos que, partiendo de sus propias virtudes y funciones, complementen y refuercen todo lo relativo a lo gastronómico.

En este sentido y, desde que se oficializó la elección, se ha ido generando en la ciudad un efecto real y a la vez ilusorio, basado en un nuevo estado de ánimo y de opinión activo y generado.

Esto nos exige ser más en materia gastronómica; medir los diferentes estados de opinión internos y evaluar la nueva percepción entre los mercados emisores; e identificar los nuevos hábitos y procesos para alcanzar un mayor nivel de competitividad.

El nivel de competitividad va unido inexorablemente a nuevos compromisos y exigencias. El refuerzo y la apuesta decidida por el fortalecimiento de la imagen y visión de la ciudad en el exterior ha de ir acompañado de un esfuerzo por parte del sector privado, donde lo habitual y cotidiano se vea incrementado en cantidad, calidad y nuevos procesos, objetivos y clientes finales.

De hecho, esta iniciativa ya está obligando a los agentes de la gastronomía local a ampliar y modificar sus hábitos y espacios de influencia. Y han de tener en cuenta que los nuevos y potenciales clientes, visitantes y turistas se encuentran más alejados y que sus momentos de máxima afluencia y poder de atracción puede que no coincida con los tiempos de apertura y de servicios que se prestan desde nuestra restauración, hostelería y comercio. Hay que acceder a los clientes de manera genérica y específica, con el paraguas de ciudad y la especificidad gastronómica, y adaptarse a los nuevos periodos de tiempo y servicios con propuestas novedosas y enriquecidas. Esto hará que la capitalidad adquiera su razón de ser y se convierta en un nuevo factor de renovación de actitudes y comportamientos sociales y sectoriales.

Si así ocurriera, se ganará en pragmatismo, facilitando el acceso a la oferta a nuestros ciudadanos y turistas; en garantía, ya que se tenderá a ofrecer más calidad; en personalización, dotándole oficialmente a V-G de un estilo turístico más definido asociado a lo gastronómico; o en la función distintiva, porque la gastronomía se convertirá en faro o referencia interna y externa.