vaya por delante que no me gustan las corridas de toros, aunque siento un gran respeto por la gente del mundo taurino, y me encanta el circo y tengo grandes amigos en este mundo mágico, que cantaba Ana Belén en Zampo y yo. Una decisión política que censure el uso de animales salvajes en el circo y acepte la muerte cruenta de un toro, como ocurre en la normativa que debate el Ayuntamiento de Vitoria, peca de demagogia y cinismo.
Si bien hubo un tiempo en que en algún circo las condiciones de vida de los animales se pudiesen asemejar a la descripción del libro de Sara Gruen Agua para elefantes, desde hace años la normativa que obliga a disponer de unos espacios dignos para los animales y un régimen de hábitos que les garanticen una mínima calidad de vida ha ido creciendo en sus niveles de exigencia.
Recuerdo cómo el que fuera jefe de pista del Circo Mundial y hoy del Circo Americano, el Gran Luis Moreno, me explicaba la necesidad de alquilar una finca con más espacio en las proximidades de Mendizabala sólo para tener a los elefantes y de cómo a lo largo del día los animales tenían sus tiempos de paseo y controles sanitarios, con su propio veterinario titulado. Recuerdo los esfuerzos humanos y económicos que para la familia Sacristán, dueños del Circo Holiday, supone el mantenimiento de tigres, cocodrilos y caballos, protagonistas de sus números más emblemáticos.
Cierto que los animales que se emplean en los circos están enjaulados. Pero no es menos cierto que cualquier animal que conviva con el ser humano es un animal enjaulado, en mayor o menor grado, entre barrotes, ladrillos o listones de madera. Cierto es también que la humano es la especie más despiadada con el resto de los seres vivos. Pero también que el circo no es precisamente el lugar donde esta falta de piedad se practique con más frecuencia, sino más bien al contrario, pues los animales son queridos y cuidados, en cierto modo como compañeros de trabajo.
Si al final nuestros representantes políticos consideran que lo mejor en esta sociedad de incoherencias es regular de manera mucho más restrictiva el uso de animales, les pido al menos que todos moros o todos cristianos. No se puede estar gritando ¡olé! mientras se estrangula al mundo del circo. Y si crean el problema, sería bueno que piensen en la solución. ¿Cuál ha de ser el destino de tantos animales que se verían afectados en un ERE a las bestias con normativas de este tipo?
El circo representa el valor del respeto a los animales desde el trato en la corta distancia, la oportunidad para muchos niños y adultos de montar en un elefante, acariciar un cachorro de león, una pitón o una cría de caimán. Muchos niños hemos podido tener muy cerca un animal que hasta ese momento sólo habíamos visto en los cromos del producto de bollería, en la televisión y el más afortunado en un zoo. La imagen de trato con los animales que han dado los circos ha sido complementaria a la labor educativa que Félix Rodríguez de la Fuente o Jacques Cousteau hicieron con generaciones de los hoy amantes de la naturaleza y los animales. El circo es más educativo que la incoherente actitud de quienes con una mano vetan su uso de animales y con la otra dan un pase de pecho a la fiesta nacional.