"La paz no es la simple ausencia de guerras con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia" (Constitución Pastoral, 78. Concilio Vaticano II)

EN estos momentos y situación cruciales para nuestro pueblo, como miembros de la Iglesia en Euskal Herria en sus distintas diócesis, queremos respaldar con nuestro apoyo y contribuir con nuestras acciones a un proceso que realice los anhelos y deseos de paz.

Observamos signos y cambios decisivos que abren horizontes nuevos donde nuestra convivencia y relaciones entre grupos y personas puedan realizarse de manera positiva y creativa. No podemos estar al margen ni ausentes en este camino de esperanza. Como lo pide el concilio Vaticano II, deseamos interpretar esos signos de los tiempos desde el evangelio. Respondemos en ellos a la presencia de Dios que nos impulsa a la búsqueda y práctica de una paz auténtica basada en la justicia, en el respeto de todos los derechos, en la atención solidaria a todas las víctimas.

Seguimos de esta manera la línea, actitud y compromiso mantenidos y manifestados por nuestros obispos y diversos grupos cristianos a lo largo de estas últimas décadas, para lograr el cese de toda violencia y el respeto de todos los derechos políticos, democráticos y culturales de personas y de Euskal Herria. Es misión y tarea de la Iglesia, como exigencia de su vocación e identidad evangelizadoras.

En consecuencia pedimos que se utilicen todos los medios éticos y democráticos que conduzcan a la paz, excluyendo cualquier tipo de violencia. ETA declaró un alto el fuego "permanente, general y verificable"; decisión y paso imprescindibles -hasta el cese definitivo de toda actividad armada-, deseados y urgidos tantas veces en nuestra Iglesia. Gobiernos, partidos, grupos sociales deben favorecer, sin leyes políticas excluyentes, condiciones y acuerdos que conduzcan a la paz, tarea de toda la sociedad. Es urgente eliminar por parte de los Estados y sus organismos policiales y judiciales toda acción represiva, en especial la persecución de ideas y la impunidad ante la tortura. Alentar y practicar el diálogo sin exclusiones de personas y grupos, en igualdad de oportunidades y participación política legalizada, es condición democrática necesaria.

Mostramos, como pide el evangelio, una especial solidaridad con quienes más han padecido y sufren en este prolongado tiempo de conflicto y violencia: las víctimas. Todas las víctimas son centro de nuestra solidaridad y compasión comprometida en su reconocimiento y reparación. Tampoco podemos olvidar a quienes en las cárceles piden una solución justa y política a su situación, así como el respeto y cumplimiento de todos sus derechos.

Deseamos, como expresión de paz, la reconciliación que nos conduzca a una sociedad donde las distintas opciones sean respetadas y debatidas democráticamente sin excepciones, en ausencia de cualquier tipo de violencia.

Por ello, como miembros de la Iglesia en las distintas diócesis vascas apoyamos y fomentamos una paz de todos y para todos. Asumimos nuestro compromiso como cristianos y cristianas, desde el amor a nuestro pueblo y en fidelidad al evangelio, para contribuir con todas las personas de voluntad democrática a la búsqueda de la justicia que conduzca a la paz.

Mertxe Moraza, Mikel Epalza, Begoña Gorricho, Kepa Ezeolaza y Felix Vergara

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