HE estado una semana fuera. Mi único cordón informativo con el territorio patrio ha sido la breve conexión matutina con las noticias del canal internacional de Televisión Española en busca de la previsión meteorológica. El caso es que traspasas el control de pasaporte, convencida de que todo seguirá igual, que seguirán los libios intentando quitarse de encima a Gadafi ante la habitual pasividad de la vieja Europa -este tema me tiene pasmada: ¿cómo pasa un señor de peligroso terrorista a amigo de Occidente para acabar como eficaz sátrapa dictador? Creo que se llama geopolítica, ya hablaremos-, seguirá subiendo la gasolina y seguirá Sortu su peregrinar judicial. Hogar, dulce hogar. Pero resulta que no has contado con el efecto Sebastián. Confieso que la primera noticia en la radio del coche -a 120 por autovía- pensé que era broma, lo de la reducción a 110 kilómetros/hora del límite de velocidad digo. Y no porque me parezca mal, que oye, seguro que si el Gobierno se ha embarcado en una pegada masiva de pegatinas bastante impopular y ridícula en cuanto a imagen no lo hará por gusto masoquista. Pero es que el amigo Sebastián es un crack. Ya la lió, acuérdense, con lo de ir a trabajar sin corbata en verano para ahorrar en aire acondicionado. Insisto, no me parece mal, pero a ver cuando se anima este Gobierno a activar una política energética seria y no rumbosas medidas carnavalescas, que tendrán su efecto pero parecen meros parches. Por poner, a ver si nos aclaran si vamos a setas o a rolex con la nuclear...