Por fin parece que los fabricantes, y lo que es más importante, la clase política, se han puesto manos a la obra para que el coche eléctrico sea una realidad y no una simple utopía o sólo un prototipo para ferias y salones del automóvil. Ya era hora de poner en práctica una tecnología que estaba durmiendo en el cajón de los técnicos, porque mientras el petróleo era barato y abundante y la contaminación no nos quitaba el sueño, no había que preocuparse de nada.

Ahora estamos en el techo del petróleo, éste va a ser cada vez más escaso y caro, y la polución, el calentamiento global del planeta, etc. empiezan a preocupar por lo menos a la gente con más sentido común. Ya tenemos vehículos híbridos gasolina-electricidad y los puramente eléctricos. Sólo queda generalizar los electrosurtidores y mejorar aún más las baterías de alimentación.

Ahora bien, recordemos de dónde viene esa electricidad: el 92% 93% de toda la que se produce en el Estado viene de los combustibles fósiles y las energías renovables sólo producen un 7% 8%. Ante esto, sólo quedan dos salidas: aumentar rápida y drásticamente la contribución de las renovables (quitar primas y subvenciones a alguna de ellas como la solar no va en esa dirección precisamente) y, por otro lado, desarrollar en serio otros sistemas de propulsión para los vehículos, como son los motores de pila de combustible a base de hidrógeno, tecnología ya muy desarrollada pero al parecer poco apreciada por los responsables del tema.

Total, mientras siga habiendo petróleo y unos cuantos puedan seguir forrándose a cuenta nuestra... Si no, ¿cómo se explica que hace dos años el barril de crudo nos costase 150 dólares y los combustibles costasen más o menos lo que ahora, o menos, con un barril que actualmente ronda los 90 dólares?