Profeso una enorme admiración hacia el colectivo de los mayores, pues son especiales: han crecido en muchos casos en situaciones excepcionales, de guerra, posguerra, alejamiento y, en cualquier caso, de limitación de derechos, en la gran mayoría con exacerbadas obligaciones. Han trabajado mucho, han administrado economías justitas de ingresos, han cuidado con enorme generosidad a su familia, han sido testigos de cambios históricos y ya de mayores les toca salvar, en muchas ocasiones, el bienestar de sus descendientes.
Son gente sobresaliente, luchadora, que cuando está bien sabe disfrutar con el son de una melodía, con la brisa del aire, con una sonrisa dibujada en cualquier cara, e incluso hay muchos poetas, filósofos y artistas en general desconocidos en este grupo de edad. Jamás olvidaré una metáfora de mi madre que me llegó donde nunca podrá hacerlo Neruda.
Hay personas sin excesiva cultura en el colectivo de los mayores, pero hay, me consta, gente muy preparada también. Tienen, a mi juicio, capacidad para ser críticos, de reivindicación, de diálogo o capacidad de perdón. Lo tienen todo para formar su propio partido, votos incluidos. Serían los mayores -quizá en mucho tiempo no se logre de otra manera- una alternativa sólida a lo que ya existe. De mí y de muchos como yo tendrían el apoyo e, incluso, hasta el voto.