Es un país muy chiquitito, casi un punto perdido en los escritos de los cartógrafos. Sus gentes vivían holgadamente y sin apreturas económicas. Había de todo, como en botica: gente buena, regular y lo otro.

Su afición principal era el juego de canicas. Éstas eran de varios colores (rojas, azules, verdes, blancas, etc.) y hasta había una que era de los malos que tenía unos colores rojos y amarillos y un pájaro en forma de aguilucho que parecía que se quería comer a la gente.

Cuando jugaban a canicas, estos últimos siempre con malas artes y artimañas, querían imponerse a todo el resto y cuando no lo conseguían por el juego, hacían trampas y apoyaban a otros colores para seguir ellos manipulando el pequeño pueblo. El pequeño país empezó a atravesar una mala racha en todos los sentidos, tanto políticos como económicos y de colores de canicas, y tuvieron que elegir a ver quién era el que más bolitas ganaba en aquella partida para que ver quien iba a ser el adalid.

Entonces el mandón, que era muy malo, aunque perdió claramente el envite, aún seguía teniendo la sartén por el mango y se decidió apoyar al de las canicas rojas, que había quedado en segundo lugar y cuyo hazmerreír jugador no era más tonto porque no se dedicaba a ello.

Total, que el pequeño país se empobreció más con el de las canicas rojas y tuvieron que pedir más ayudas y sacrificios a los del pueblo.

Pero al jugador que había ganado la partida de canicas y que era más inteligente y espabilado que todo el resto juntos, le hicieron una bribonada, le echaron de la partida y le pusieron de cara a la pared. Pero todos sus compañeros de juego se juntaron para sacar a flote el país y el color de sus canicas rojas, blancas y verdes; colores muy alegres y el resto de tramposos y fulleros, les vinieron a pedir ideas para que les esclareciesen como sacar al pequeño país de la penumbra en la que se encontraba.

Y en ese trance estamos, esperando que en la próxima partida la mayoría de las canicas sean rojas, blancas y verdes, y que así no nos puedan volver a hacer ninguna trampa, ya que el jugador de la roja y amarilla estará planeando algún contubernio para seguir con el mango de la sartén.