HACE, ahora, dos mil años, le decía Séneca a Lucilio: "El primer supuesto de la justicia es la igualdad". Desde aquel entonces se han escrito ríos de tinta al respecto de esos conceptos de igualdad y justicia. Está claro que las necesidades que tenemos todos los hombres son muy parecidas. "La voz de la carne pide no tener hambre, ni sed, ni frío" decía Epicuro en su Academia-Jardín, 300 años antes que Séneca. Pero de la misma manera sabemos que las diferencias entre las capacidades humanas son amplísimas, de ahí frases como la de Cervantes cuando le hace decir a su Quijote: "Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro" o la de Nietzsche cuando dice: "en la plaza pública nadie cree en el hombre superior. Y si os empeñáis en hablar allí, ¡sea! Pero el populacho guiña el ojo: "Todos somos iguales" y añade: "La diferencia engendra odio? Mientras más te eleves, más pequeño parecerás a los ojos de la envidia. Y nadie tan odiado como el que vuela".

Históricamente el comunismo no ha sido otra cosa que una exacerbación, una exageración, un abuso de el igualitarismo (tendencia política que propugna la desaparición o atenuación de las diferencias sociales. DRA) y de ahí, precisamente su fracaso, pues para acertar hay que seguir a Aristóteles cuando nos aconsejaba que "la virtud está en el término medio". Ni tanto ni tan calvo que dicen los castizos. El comunismo que, en 1917, triunfó en la Rusia zarista y asustaba a Ortega y Gasset cuando hablaba de obrerismo, era el qué, le hacía afirmar: "Quien se irrita al ver tratados desigualmente a los iguales pero no se inmuta al ver tratados igualmente a los desiguales, no es un demócrata, es un plebeyo".

Ahora, una vez, arrumbado el comunismo e intoxicado y, consiguientemente, degenerado el socialismo por el veneno de la libre competencia propugnada por los neo-liberales, se está volviendo a un nuevo obrerismo o comunismo de sólo dos clases sociales: los que mandan y los que hemos de obedecer. Igualito que en la antigua URSS, nada de 10 ó 12 clases económico-sociales, tantas como escalones mentales, de capacidad de esfuerzo o de responsabilidad: ¡nada de eso! ¡igualar por abajo es la consigna! ¡nada de intentar ser más justos mediante la progresividad de los impuestos! ¡impuestos indirectos que son más fáciles de aplicar y a correr! ¡pan y circo para todos y para de contar! Así se expresaba, hace unos días, una doctora especializada en ecografías, densitometrías, resonancias y todas esas zarandajas que sirven para vernos por dentro, al comentarme, indignada, cómo una Mutua, bastante grande, pretendía pagarles 16 euros por cada mamografía. Está claro que los que mandan, los mandamases, pretenden establecer el sistema de cadena de montaje en toda suerte de trabajos, desoyendo los argumentos acerca de capacitación, responsabilidad, instalaciones necesarias, tiempos mínimos de atención?. Una vez más se está cayendo en la exageración, en el abuso del igualitarismo, sólo que ahora lo cometen quienes atacaban al comunismo por no permitir la iniciativa privada y la existencia de clases intermedias.

En realidad los neo-con o neoliberales y los miembros del comité central son los mismos perros con distintos collares. Los mismos perros ambiciosos y déspotas revestidos con los collares de moda de la competitividad internacional y la flexibilidad laboral, que pretenden introducirnos al 99,95% de los humanos en confortables Gulags (gulag acrónimo en ruso de Administración Suprema de Campos Correctivos de Trabajo) para ellos gozar en exclusiva y a sus anchas de todo el Planeta. Antes, altos políticos, ahora, mercaderes gigantescos pero a nosotros nos da igual, todos pretenden quedarse con nuestra parte del pastel. Acabará teniendo razón la agüela de Sancho Panza, "sólo hay dos linajes: el tener y el no tener".