- Los combates entre las tropas rusas y ucranianas continúan en las afueras de Járkov (Járkiv), la segunda ciudad más grande de Ucrania, donde en los últimos días se han incrementado los ataques con cohetes, obuses, fuego de mortero y artillería a una población que vive entre la resignación y el miedo. A apenas 50 kilómetros de la frontera rusa, esta ciudad de casi un millón y medio de habitantes ha sufrido constantes bombardeos desde el comienzo de la invasión. Ahora, tras la retirada de Kiev, las tropas rusas están a pocos kilómetros y han reforzado sus asaltos a la urbe desde las afueras.
La administración militar de la región comunicó ayer 54 ataques contra la ciudad y su provincia en las últimas 24 horas, coincidiendo con la última información del Ministerio de Defensa ucraniano de que los esfuerzos de las tropas rusas se centran ahora en prepararse para tomar Járkov.
Después de que el Ejército ucraniano consiguiera empujar al ruso a las afueras, los envites rusos se concentran estos días en la periferia, especialmente en la zona norte, donde se está procediendo a evacuar algunas poblaciones en primera línea de frente.
Así, ayer se produjeron ataques en el barrio de Satilvka del noreste de la ciudad. También en Derhachi, un pueblo residencial al noroeste donde cayeron varios proyectiles.
En la entrada de Járkov, decenas de vehículos hacían ayer cola para abandonar la ciudad rumbo al sudoeste, hacia Dnipró. Los que siguen dentro viven encerrados en casa, en refugios o en los andenes del metro. Solo salen a la calle, dicen, para comprar comida o recogerla en los puestos de ayuda humanitaria, aguardando pacientes con el sonido de los estallidos al fondo, en los que ya siquiera reparan.
La mayoría son personas mayores, parejas sin hijos u hombres con sus familias refugiadas en otras ciudades o en el extranjero, que se han quedado luchando o trabajando en esta ciudad antes dinámica, universitaria, emprendedora y famosa por ser un nudo comercial con Rusia y Asia.
En el barrio de Oleksíyivka, separado del centro por un puente, los bombardeos son visibles en muchos de sus edificios. Ventanas rotas, agujeros en las calles, casas incendiadas y algún resto de coches quemados entre los que caminan sus habitantes en busca de comida o medicinas.
Según el alcalde de la ciudad, Igor Térejov, 16.000 infraestructuras de la ciudad han quedado destruidas, 1.300 de ellas edificios residenciales como el de Víktor, de 83 años. Es viudo y vive solo y ni siquiera baja a los refugios. Tiene una opinión muy clara de los atacantes: “No son militares, ni soldados: son bandidos”.
La incredulidad y un odio creciente a los rusos acompañan a los habitantes de Járkov, una ciudad acostumbrada a relacionarse con el país vecino y donde casi cada habitante tiene un amigo o familiar allí. El 95% de su población es rusoparlante. Ahora, aguantan los proyectiles de sus vecinos que llegan en oleadas, con varias explosiones seguidas en periodos cortos de tiempo y que por las noches, empeoran.
Doce civiles muertos. Los ataques rusos contra Mikoláiv, en el sur de Ucrania, han dejado ya al menos 12 víctimas mortales entre los habitantes. El anuncio lo realizó ayer la fiscal general del Estado de Ucrania, Iryna Venedíktova, que con anterioridad ya había avanzado la apertura de una investigación sobre la comisión de posibles crímenes de guerra. Venedíktova afirmó que el fuego enemigo dañó viviendas y vehículos, así como infraestructura de uso civil, en concreto hospitales.