- En lo peor de la guerra en la capital ucraniana, unas 15.000 personas se refugiaron de las bombas en el metro de Kiev, ciudad que ahora respira con la retirada de las tropas rusas, aunque todavía unos 4.000 kievitas siguen viviendo en el subterráneo porque no se fían de las intenciones rusas.
“Nos quedamos aquí, preferimos estar en el metro hasta que las cosas se aclaren porque no sabemos qué puede pasar. Mira todo lo sucedido, no podemos confiar en Rusia”, afirma Svitlana, de 62 años, sentada en la colchoneta que se ha convertido en su espacio vital, junto a su hija Anna, embarazada de 7 meses. Las dos, junto con el esposo de Anna, se cobijaron desde el segundo día de la guerra en la estación del distrito de Obolon, al norte de Kiev, desde donde el Ejército ruso primero acechó la capital, cuyos habitantes no creen que la ofensiva haya terminado.
“Oíamos las explosiones casi cada segundo. Se veían los tanques acercándose y misiles cayendo casi cada segundo. Estaban a solo tres kilómetros de casa”, explica Svitlana sobre por qué decidieron trasladarse al subterráneo.
“Al principio esto estaba tan abarrotado que no teníamos ni espacio para dormir. Ahora hay mucha menos gente, muchos han vuelto a casa y otros vienen solo a dormir por las noches”, indicó Svitlana sobre la convivencia en esa boca de metro.
Al inicio de la guerra, fue el propio alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, quien animó a todos los ciudadanos a refugiarse en la amplia red de metro, uno de los lugares más seguros de la capital que fue diseñado en 1960 para hacer frente a situaciones como ésta.
La red de 67 kilómetros cuenta con tres líneas y 52 estaciones, todas ellas preparadas para la defensa civil y con infraestructura esencial, con baños públicos y fuentes de agua potable en los vestíbulos. La donaciones de comida, ropa y mantas han ayudado a hacer del metro un lugar habitable y seguro en tiempos de guerra.