ara el abad del monasterio ortodoxo de San Teodosio no hay dilema moral. Si es necesario, cogerá el fusil para defender Kiev del enemigo ruso, aún a costa de tener que abandonar la sotana. “Por ahora, la Iglesia reza, pero cuando llegue el momento, lucharemos”, comenta a Efe el padre Makariy, abad del monasterio situado en la capital ucraniana.
Los religiosos como Makariy han tenido desde tiempo inmemorial un papel muy activo en la sociedad ucraniana. No sólo se han limitado a confesar y consolar a los feligreses. Desde la independencia de la URSS (1991), popes ortodoxos y sacerdotes católicos han participado en todas las revoluciones e incluso han ido a la guerra con un arma en la mano.
“Ésta es una guerra contra el pueblo ucraniano, esto es un genocidio. Ya lo sufrimos antes bajo el Imperio ruso. Recordemos el Holodomor, la hambruna de 1932. Y ahora otra vez”, lamenta. Makariy, un robusto ucraniano muy amigo de las bromas, ya ha encargado el casco y el chaleco antibalas, mientras las armas ya han partido de Polonia.
“Los fusiles llegarán en tres o cuatro días. Cuando lleguen, las cogeremos con nuestras propias manos. Yo sé defenderme”, asegura.
Reconoce que “la oración es el arma más fuerte que existe”. Pero hay que estar preparados para recibir al enemigo con oraciones y un arma al hombro. El pueblo ucraniano debe luchar por su identidad”, subraya.
Makariy, que confiesa que no quiere colgar los hábitos y echar por la borda veinte años de servicio en Kiev, ya se está preparando para resistir dentro de los muros del monasterio.
La arena para levantar una barricada con sacos terreros llegará de un momento a otro.
Frente a un icono de la Virgen María, admite que “los dogmas de la Iglesia estipulan que los religiosos, los hombres de Dios, no deben combatir en una guerra”. “Si un religioso combate y mata a otra persona, incluso si es un enemigo, no puede seguir sirviendo a Dios. Puede ser monje, pero no pope”, explica.
Sea como sea, Makariy añade que “hay momentos en la vida en que algunos hermanos entre nosotros estamos dispuestos a coger un arma y defender nuestro monasterio y nuestra patria”. “Incluso sacrificando nuestra misión religiosa y monasterial”, insiste.
Sin embargo, no todos en su monasterio comparten la postura del padre Makariy. Un espigado monje asiente tímidamente cuando le preguntan si se opone a combatir contra el ejército ruso.
“No tenemos miedo. Sólo que no queremos que el enemigo pase. No tenemos miedo porque Dios está con nosotros”, recalca el padre.
Makariy destaca que “los sacerdotes católicos -pertenecientes a la Iglesia Uniata- también están dispuestos a luchar”. “Incluso los ortodoxos que pertenecen al Patriarcado de Moscú. Entre ellos hay muchos patriotas ucranianos también. Somos compañeros de armas”, subraya.
Recuerda que “Jesucristo no pertenecía a ningún patriarcado”. “Dijo: os juzgaré por vuestras acciones ¿Cómo podemos estar tranquilos cuando todos los días mueren niños bajo las balas?”, asegura.
Su padre, que cuenta con 80 años, y su madre, que tiene 75 años, se encuentran en la región de Lviv, destino de la mayoría de refugiados durante esta guerra, ya que está cerca de la frontera polaca. “Si cae Kiev, los rusos irán a por el oeste de Ucrania. ¿Cómo puedo solo rezar y no hacer nada?”, se pregunta sin rubor el abad de San Teodosio.
Su ánimo mejora durante la comida. No falta el borsch (sopa de remolacha típica de la cocina ucraniana) y tampoco el coñac en la sobremesa. Aunque la guerra nunca abandona sus pensamientos, ya que teme por sus iconos.
En el monasterio acoge a feligreses que no pueden soportar los bombardeos en los sótanos de sus edificios o los refugios antiaéreos. El monasterio es un lugar seguro.
Habitualmente, en las iglesias ortodoxas los campanarios son blancos por dentro. No es el caso. Éste incluye coloristas murales que cuentan la historia militar de Ucrania.
“En la iglesia no se pueden tener imágenes relacionadas con la guerra, pero en el campanario no hay problema. Desde la fundación del reino de Rus en Kiev con Yaroslav el Sabio y Vladímir el Grande a los cosacos”, precisa.
También incluye la creación de la República Popular Ucraniana que existió brevemente entre 1917 y 1920 hasta que fue liquidada por los bolcheviques. “Aquí tenemos la guerra del Donbás y ahí la revolución del Maidán. Ahora incluiremos también la guerra con Rusia”, señala, mientras sube la escalera de caracol de la torre.
El padre Makariy, que interpreta orgullosamente el himno ucraniano con el repicar de las campanas, pide a Dios que “el pueblo ucraniano pueda conservar su lengua, su cultura y su iglesia”.
Dice que la oración es el arma más fuerte que existe, pero está preparado para recibir al enemigo con “oraciones y un arma al hombro”
En el monasterio acoge a feligreses que no pueden soportar los bombardeos en los sótanos de sus edificios o los refugios antiaéreos