l planeta al que llamamos "nuestro" gira una vez cada 23 horas, 56 minutos y 4.09053 segundos sobre su propio eje, por lo que la superficie de la tierra en el ecuador se mueve a una velocidad de unos 1.600 km/h. La tierra también se mueve alrededor del sol a una velocidad orbital de 107.000 km/h, que se suma a la anterior en cualquier punto del planeta que pisemos. Tal como explica Andrew Fraknoi, en virtud de los mejores sistemas de medición (que aún siguen siendo bastante rudimentarios) nuestra propia velocidad de giro alrededor del centro de la galaxia es de unos 792.000 km/h, si bien las galaxias espirales pueden girar más rápido de lo que creemos. La Vía Láctea también tiene prisa, se desplaza con nosotros dentro a una velocidad aproximada de unos 2,1 millones de km/h. No tenemos ni idea a dónde vamos, pero nos precipitamos aceleradamente en dirección a las constelaciones de Leo y Virgo.
Casi todo en el universo gira. Los planetas giran sobre su eje, las estrellas giran alrededor de agujeros negros y las galaxias giran en grandes estructuras espirales debido a una propiedad conocida como momento angular. Pero no sentimos nada porque las velocidades son constantes. Estamos sentados en un tren que se desplaza rápida pero suavemente.
El universo ha fascinado a la mente humana durante milenios. Su inmensidad fue medida por personas como Aristarco de Samos, que calculó la distancias entre la tierra, la luna y el sol hace más de dos milenios. O Eratóstenes de Cirene, que midió la circunferencia de la tierra con una vara de madera y escurriendo el cerebro, hace 2.260 años. Dedujo que la circunferencia tenía unos 38.624 kms y hoy creemos que tiene unos 40.075 kms en el ecuador. Un buen cálculo. Otros seres humanos han preferido dividir el año en ciclos, con dos solsticios y dos equinoccios, los puntos en los que nuestro planeta en su deambular a través del espacio se sitúa más lejos y más cerca del sol respectivamente. Al punto medio entre un solsticio y un equinoccio se le ha dado significación religiosa en muchas civilizaciones. Este es el origen de Halloween, o el día intermedio entre el inicio del otoño el 22 de septiembre y el del invierno el 21 de diciembre. La palabra es una contracción de All Hallow Even, o víspera sagrada; alholowmesse era a la misa del día anterior al de todos los santos, la noche tradicional de Samhain en la tradición celta. Hoy se celebra el 31 de octubre, y converge con la celebración de todos los santos del primero de noviembre que Ludovico Pio impuso en 835 como festividad de observación obligatoria en todos los rincones de su imperio.
La celebración de Halloween estuvo durante el período colonial circunscrita al área de New England. No fue hasta finales del siglo XIX con la masiva llegada de inmigrantes irlandeses que huían de la hambruna de la patata cuando se afianzó a nivel federal, y a finales del siglo XIX se convirtió en la festividad de comunidad y reunión de vecinos que es hoy. Los medios popularizaron los disfraces de fantasmas y brujas, así como la costumbre de gastar bromas que dio lugar a la tradición del "trato o truco". Y todo ello ha desembocado en un gran boom comercial.
Según informa Mike Snider para USA Today, los estadounidenses han gastado hoy unos 10.000 millones de dólares en caramelos, decoración del hogar y disfraces. En 2019 se gastaron 490 millones de dólares en disfraces para mascotas, más del doble que en 2010. 3.170 millones de dólares se ha ido en decoraciones y otro tanto en golosinas. Dos tercios de los estadounidenses han celebrado Halloween este año, entre ellos mis alumnos, que este domingo han venido disfrazados y saldrán de clase algunas horas antes para repartir sus cubos llenos de peladillas. Muchos han tallado ya una o varias calabazas, han decorado sus casas con grandes figuras hinchables y un lucífero aparataje luminoso, y saldrán a recorrer las casas de sus vecinos trick or treating. Otros organizarán fiestas de muy diversa biosfera, desde las tradicionales veladas de películas de terror hasta las acaso más aterradoras key parties. Algunos pocos simplemente apagarán las luces del porche para que los dejen en paz. Y así el planeta dará otra vuelta sobre su eje, inconscientemente.
Hay otros modos tradicionales de celebrar este vertiginoso tránsito entre el otoño y el invierno. En el calendario agrícola, la llegada de noviembre marcaba una fecha importante: era necesario obtener, conservar y almacenar alimentos para hacer frente al frío y largo invierno. La única forma de añadir productos cárnicos a la dieta de invierno era sacrificar cerdos y acaso otros animales en torno al día de San Martín. Era importante tener en cuenta el ciclo de la luna, porque hay que sembrar en creciente, podar y cortar la leña en menguante, y sacrificar el cerdo entre lunas, en menguante.
El Matatxerri también es una celebración de comunidad, y aún se celebra así en el Centro Vasco de Boise, en Idaho. Desde unos cinco años a esta parte el evento lo organiza Sean Aucutt. El boletín Euzkaldunak del Centro anuncia en octubre que se necesitan unos 70 voluntarios para trabajar durante una semana en la producción de morcillas. Este esfuerzo colectivo comienza el martes anterior al fin de semana, y hace unos años los voluntarios se reunían en casa de Ben & Tomasa Goitiandia, en Kuna, a unas 20 millas al suroeste de Boise. Debían acudir a la cita "en cualquier momento entre el mediodía y las 9.00 pm". Tras pasar el martes recolectando puerros y cebolla, el miércoles se dedica al cocinado de estos productos. Por cuestiones legales, la sangre debe proceder del matadero o de una carnicería comercial. El jueves se preparan las morcillas en el Centro en turnos de 7.00 a 12.30 y de 1.00 a 5.00 horas. En el descanso se sirve un almuerzo para todos. Si alguien no ha podido ayudar durante estos días, aún hay trabajo el viernes desde el mediodía hasta las 4.00 pm, cuando se envasan las morcillas para vender. Tal como se lee en Euzkadunak, "hacer morcillas es el más singular de nuestros esfuerzos de voluntariado".
Se producen más de 3.000 morcillas. Y el primer sábado de noviembre tiene lugar la Mortzilla Dinner & Bazaar o Mortzilla buffet. Se preparan dos txandas en el sótano del Centro, una a las 5.15 pm y otra a las 6.30. El evento está abierto al público y se sirve en estricto orden de llegada. Por 15 dólares se sirve una generosa ensalada, garbanzos con txorizo, bacalao de Alaska en salsa verde con almejas, albóndigas en salsa de champiñones, tanta morcilla como uno desee, pan, postre y abundante vino. "You'll never leave a Basque kitchen hungry", dice Marie Jausoro-Day. La celebración reúne a unos 500 comensales. Después de la cena hay noche de bingo a partir de las siete de la tarde, y un Cake Wheel organizado por los Oinkaris. El bar permanece abierto y a rebosar hasta el amanecer.
Es curioso ver cómo la celebración de Halloween está tomando fuerza en nuestra tierra mientras que el Matatxerri y el caudal de valores de auzolan que lo rodean pasa cada vez más desapercibido. No sé si tendré tiempo de arreglar la luz del porche para Halloween, pero he asistido a todas las Mortzilladinners desde 2006. Espero que Ludovico sepa perdonarme, pero supongo que pase lo que pase, el planeta nos seguirá transportando a velocidades espectaculares a través del espacio no matter what.