o hay duda, ninguna, de que el presidente Trump es práctica y moralmente responsable de provocar los acontecimientos de aquel día", aseguró el sábado 13 de febrero el líder de la minoría en el Congreso, Mitch McConnell. "La gente que irrumpió en este edificio creyó que estaba actuando según los deseos e instrucciones de su presidente€ y esa creencia fue la consecuencia previsible del sostenido crescendo de declaraciones falsas, teorías conspirativas e hipérboles imprudentes que el presidente derrotado seguía difundiendo a través del megáfono más grande del planeta Tierra (la Casa Blanca)".
McConnell añadió sin ambigüedades que, sobre todo lo anterior, Trump no hizo nada durante ni después de que se produjese la cabalgata del Capitolio: "No hizo su trabajo. No tomó medidas para hacer que se ejecutase la ley federal y se restableciese el orden€ No. Todo lo contrario, según informes públicos, siguió los acontecimientos por televisión visiblemente excitado, excitado, mientras se desarrollaba el caos. Incluso después de que había quedado claro para cualquier observador razonable que el vicepresidente Pence estaba en grave peligro".
Todo esto ocurría pocos minutos después de la votación del Senado que terminó con la absolución del expresidente por 57 votos a 43.
En una entrevista a The Wall Street Journal, el líder republicano aclaró que "la absolución ha sido una reivindicación de la Constitución, no de Trump. La nación necesita verdaderos defensores de la Constitución€ No votamos para garantizar un castigo a cualquier precio. Nuestro trabajo era defender la Constitución y respetar sus límites". Y McConnell finalizó asegurando que la condena de Trump está ahora en manos de la fiscalía. "Tenemos un sistema de justicia criminal y civil en este país y los expresidentes no son inmunes a responder por lo criminal o por lo civil ante la justicia", afirmó haciéndose eco de las palabras de uno de los abogados del equipo legal de Trump, Bruce Castor, que para sorpresa de todos -y sobre todo de su cliente- también invitó a la fiscalía a procesar al expresidente por incitar a la rebelión.
McConnell podía haber emitido su voto y leído una declaración aséptica sobre la inconstitucionalidad del proceso. Pero eligió elevar una acusación personal contra el expresidente y esto ocurrió por dos razones. De un lado, McConnell tenía que votar según la línea de partido para mantener su posición de líder de la minoría en el Senado, lo cual corrobora lo que todos sabíamos, que el Partido Republicano (PR) había decidido su veredicto antes de la vista, una actitud deshonesta por parte "de los defensores de la constitución". Pero, fundamentalmente, las palabras de McConnell constituyen una declaración de guerra a Trump y sus seguidores en la escaramuza política por el control del partido de los próximos cuatro años. En el curso de esta guerra se lucharán dos grandes batallas: la elección de los 34 candidatos al senado en 2022, en unas elecciones que determinarán el control de esta cámara, y las primarias de 2023, en las que se decidirá cuál de las dos camarillas se hará con el control del PR, los republicanostradicionalistas o los seguidores del movimiento Make America Great Again(MAGA).
En una declaración después de la votación del sábado 13 de febrero, Trump se mostró desafiante afirmando que "espero continuar nuestro increíble viaje juntos para reintegrar la grandeza estadounidense a toda nuestra gente". El senador Lindsey Graham, que se reunió con Trump esa misma noche, declaró ante Fox News que Trump estaba "enojado con algunos" pero que "Trump-plus es el camino".
Y tras tres días de esforzada cogitación, el martes 16 de febrero Trump lanzó una declaración de 600 palabras, la más extensa de los últimos años. En un tono adecuado a su talla, Trump hizo de su deposición un cóctel de mentiras e insultos, sin mostrar ningún signo de arrepentimiento o malestar por los sucesos del 6 de enero. Fue su forma de responder a la declaración de guerra de McConnell: "El Partido Republicano nunca más podrá ser respetado o fuerte con líderes políticos como el senador Mitch McConnell a la cabeza. La persistente dedicación de McConnell a los negocios, a las políticas de status quo, junto con su falta de perspicacia política, conocimiento, habilidad y personalidad, lo han arrastrado rápidamente de líder de la mayoría a líder de la minoría, y esto solo puede empeorar€ Mitch es un hacker político seco, hosco y ceñudo, y si los senadores republicanos se quedan con él, no volverán a ganar".
Fuentes cercanas al expresidente filtraron que la versión original de su deposición era más incendiaria y que le convencieron para que emitiese una nota en lugar de ofrecer una conferencia de prensa por temor a que dijera "cosas aún más duras de manera extemporánea". Según el Washington Post, Trump expresó a sus asistentes que ir a la guerra con McConnell le daría abundante cobertura televisiva, a pesar de que aquellos le habían advertido que intensificar su disputa con el líder republicano no haría ningún favor a ninguno de los dos, ni al partido.
En esta guerra por el control del partido, McConnell y sus "tradicionalistas" salen como favoritos, ya que cuentan con cerca del 65% de la Cámara de Representantes y más del 50% del Senado. Por otro lado, Trump ha salido muy dañado de su show postelectoral y la opinión generalizada es que no es un candidato creíble para el 2024. Los sondeos de opinión de ABC News/Ipsos muestran que el 58% de los estadounidenses opinan que Trump debería haber sido condenado por el Senado, un 2% más de los que dijeron lo mismo la semana anterior a la votación.
Por otro lado, sin el blindaje judicial que le ofrecía su cargo, Trump se enfrenta a múltiples causas civiles y criminales. Entre éstas, las más relevantes son la de la procuradora general del estado de NY Letitia James, que investiga la infatuación del valor de los activos de las empresas Trump para garantizar préstamos y obtener beneficios fiscales. El fiscal de distrito de Manhattan, Cyrus Vance Jr, continúa su propia investigación sobre las operaciones irregulares de Trump. Según Georgia Public Broadcasting, la fiscal de distrito del condado de Fulton, Fani Willis, abrió una investigación criminal sobre "la solicitud de fraude electoral, la realización de declaraciones falsas a organismos gubernamentales estatales y locales, conspiración, extorsión, juramento y participación en actos de violencia o amenazas relacionados con la administración de las elecciones". El "intento de influir" en el secretario de estado Brad Raffensperger exigiéndole que "encontrara" los 11.780 votos que necesitaba para ganar las elecciones, es una causa difícil de defender. E hizo lo mismo en Arizona, Michigan, Pensilvania y Wisconsin. Finalmente, en Washington DC, el fiscal general Karl Racine, está analizando los eventos del 6 de enero en el Capitolio y no se descartan cargos criminales.
Este es el legado de Trump: una guerra civil dentro de su partido, grave polarización política, disturbios sociales, fomento de corrientes supremacistas y teorías conspirativas, polarización política, insurrección y una negligencia criminal que se ha cobrado más de 510.000 vidas. El testamento de un espeluznante germen político.