Poca gente, con distancia entre sí para prevenir la expansión de la covid-19, y un ambiente de escepticismo, cuando no de abierto rechazo hacia la política: esa es la tónica en las elecciones legislativas de este domingo en Venezuela, un día que apenas se diferencia de cualquier otro fin de semana en Caracas.
La capital venezolana amaneció adormecida, con filas frente a los mercados y apenas unos pocos en los centros de votación en los que, al revés que en otros comicios, los venezolanos no parecen estar viviendo una jornada de votación para renovar la Asamblea Nacional (AN, Parlamento). "Yo estoy tan curado en esto (de la política) que a ninguno les paro (atención), ni a oposición ni a Gobierno", explica a Efe Rafael Allen.
Allen conversa al lado de un mercado callejero junto al centro de votación ubicado en el instituto universitario Jesús Obrero, en plena favela de Petare, que se jacta de ser la mayor de Venezuela.
Mientras sus vecinos compran frutas, en el centro de votación apenas puede verse algún ciudadano que va a depositar su sufragio, más despistado por la falta de ambiente que por la escasez de alumnos un domingo.
"Tiene más colas la broma (el lugar) para poner gasolina que para votar, mira cómo se ve el centro de votación", afirma el vecino de Petare al observar el centro de votación desierto.
Al otro extremo, en el también populoso barrio de Catia, se ubica el centro educativo Manuel Palacio Fajardo. A pocos le resulta familiar ese nombre, pero casi todos en Venezuela saben ubicarlo con celeridad en el sector conocido como el 23 de enero cuando se les recuerda que era el colegio donde votaba Hugo Chávez.
Allí, bajo la efigie del fundador de la revolución bolivariana, unas 500 personas, de las 3.380 que están registradas, habían votado en el ecuador de la jornada, según explicaron a Efe los responsables del centro.
Sin embargo, eso no desanima a los vecinos.
"La gente ha venido saliendo escalonadamente, no hay cola ahorita pero más adelante tal vez sigue llegando la gente. Es un mes navideño, tal vez la gente está haciendo oficio o cocinando, pero la gente está saliendo poco a poco, que es lo más importante", explica Óscar Martínez, vecino de la zona.
Este vecino de Caracas espera que la próxima AN trabaje "por todos los venezolanos, sin restricción política, gane quien gane, sea oposición o Gobierno".
A su espalda, la omnipresente Milicia, un grupo de civiles armados y uniformados afectos al chavismo, vigila a la entrada del centro educativo que nadie acceda sin antes echarse alcohol en las manos.
En la segunda entrada, otra mujer con un equipo de protección y guantes rocía por segunda vez a los votantes.
A esta elección no acude la oposición que encabeza Juan Guaidó, diputado y presidente de la AN hasta que los nuevos parlamentarios tomen posesión el próximo 5 de enero, como tampoco otros de los grandes nombres de los políticos que se oponen al presidente Nicolás Maduro. Sin embargo, los principales partidos de la oposición han sido intervenidos por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), en una polémica decisión que ha despojado del liderazgo de estas organizaciones a los políticos escogidos por los militantes.
En cambio, han puesto al frente de los partidos a antiguos miembros, expulsados de los partidos y acusados de corrupción por sus antiguos compañeros. Mucho más dóciles, ellos han decidido acudir a las urnas.
Por tanto, los grandes partidos, con sus logos, nombres y colores, están en la tarjeta -virtual- de votación y disponible para quienes acuden a los centros a depositar su sufragio.
En cambio, quienes sí se han movilizado son los líderes vecinales, denominados jefes de calle y encargados del reparto de comida del programa gubernamental de alimentos CLAP, promovido por Maduro.
Una de ellas es Nélida Presilla, que acudió al centro escolar Doctor José de Jesús Arocha, en la entrada a Petare, donde están registrados 7.150 votantes.
"Yo soy jefa de calle y ellos (mis vecinos) ya me confirmaron que venían a votar", explica Presilla a Efe.
Poco antes de las 10:00 hora local (14:00 GMT), cuatro horas después de la apertura, asegura que "es temprano todavía", pero aprecia movimiento. Entre Petare y Catia, en el centro histórico y neurálgico de Caracas, Cipriano Blanco atiende a Efe frente al colegio Fermín Toro, apenas unos minutos después de que la caravana del expresidente boliviano Evo Morales abandone el centro que ha visitado como veedor.
"Se ve que es lo mismo, esperemos que la gente tome acciones y tome sus decisiones propias para ver si podemos lograr tener una buena Asamblea Nacional y representación democrática en el país", explica mientras subraya su indignación. Para Blanco, como muchos de sus vecinos, a uno y otro lado de la capital y del país, la desazón pone el punto final a una campaña que se hermana hoy con las precauciones para prevenir el covid-19.